El cura de mi pueblo, el abogado de mi pueblo, y el político de mi pueblo son los sucios y sicalípticos engendros objeto de mi mas alta, profunda y merecida xenofobia y desprecio, quienes desgraciadamente están contenidos arbitrariamente y con improcedencia en los erráticos trayectos de la humanidad, y perpetrados injustamente en contra de este compungido y presumido planeta. Sé que hay válidas excepciones a la regla internacional sobre estas castas, aunque estas anomálicas excepciones sean de una rareza cenital y homéricamente inauditas. En cualquier caso, estas claras palabras van dirigidas específicamente a la agobiante y angustiosa mayoría que no constituye la excepción. Si el lector se siente insultado leyendo este pregón manifiesto, espero que éste recuerde y ponga en perspectiva el sabio y acertado proverbio chileno: "Si el río suena, es porque piedras trae".
Es ciertamente imposible que este panfleto pueda insultar a la bazofia a la cual está dirigida, puesto que esta caterva copofragial probablemente no tiene el acumen necesario para deducir y razonar de lo que estoy arengando. Digo esto basado en que considero que la propiedad más valiosa del intelecto es cuestionar y no dogmatizar como lo hacen los retorcidos filamentos púbicos en cuestión aquí. Disfrute.
Esta ralea de desacertados espantajos de la naturaleza y de la inconsciente pero virulenta corrupción genética humana (curas, abogados y políticos) -exceptuando la presente compañía por supuesto- son el implacable carcinoma que las sociedades mundiales han sufrido desde que el primer espermatozoide fecundó a traición el primer óvulo. Esta disentería moral de razonamiento intestinal vive parasíticamente en nuestras sociedades ejerciendo sus expertas actividades de chupasangre, victimizando inmunemente a nuestros ciudadanos civilizados honestos y respetuosos de la ley, con una naturalidad de sanguijuela sin paralelo.
Estos peleles usan su diarrea cognitiva y su constipación emocional avalada por una extraordinaria vasectomía intelectual para consumar impunemente crímenes en contra de la indefensa y cándida naturaleza de la sociedad que les rodea, y actúan protegidos y exaltados por sus bucaneras y desvergonzadas organizaciones.
¿Será posible que estos estultos mequetrefes sean producto de una castración mental? No. Lo hacen conscientemente y con lúcido conocimiento de su propósito. ¿Será posible que estas hemorroides sociales sean una inmolación de una niñez inadecuada? Bajo ningún punto de vista. No, esta antropófaga caterva social es escrupulosamente erudita en sus maneras e intenciones y no han sido distorsionados sino que a partir de su edad adulta, esto es el resultado de una incesante y viciosa masturbación ideológica que ha resultado en una amplia vasectomía moral de estas pequeñas y repugnantes formas de vida. Las malas noticias para estos petates es que su legítima amenorrea mental no los califica como desvalidos. Mucha gente causa felicidad dondequiera que van, ¡éstos fantoches infelices causan felicidad cuandoquiera que se van!
Estoy seguro que cada uno de ustedes conoce varios ejemplos específicos de esta sífilis pseudo-cultural, ustedes por cierto conocen unos cuantos de estos flaites venéreos y parasíticos de nuestra sociedad, o por lo menos recuerdan a alguno de estos mal engendrados meconium ileus que los trató con despotismo y violencia intelectual un día en el pasado. La menopausia de la lógica no existe, lo que existen son estos fetos emocionales profanos, estos embriones inmorales sin ética y de perspicacia microfálica que emboscan arteramente a ciudadanos honestos y a insospechadas víctimas para robarles de sus cuantías en todos los niveles humanos, haciendo uso de su lenguaje y mecánicas de hircisma germanía (aquí, germanía viene de Germán). Nadie les desea la muerte a estos neardenthales homológicos, ¡pero leemos sus obituarios con gran placer! Estos fálicos mentales no pueden elevarse un milímetro sobre el Macacus Rhesus (Macaca Mulatta) porque están acostumbrados a estar un centímetro bajo el Porcus Sus Domestica Ungulates (cerdo), esto dicho públicamente y con el mayor respeto y deferencia para nuestros queridos y productivos chanchos. Este stock de mentalidad desposeída, estos entes de comprensión microscópica y regresiva: El cura de mi pueblo, el abogado de mi pueblo, y el político de mi pueblo; constituyen la desdichada e infausta comunidad ferenginista (vea Ferengi) de nuestra sociedad. Afortunadamente para nuestra vulnerable y vacilante sociedad; sacerdotismo (curismo), abogadismo y politiquismo no son enfermedades o perturbaciones hereditarias, pero son profundas infecciones sociales. Lo más alarmante y amenazador de este grupo de nigromantes de escapulario, ¡es que estos helmintos se reproducen!
Increíblemente, el cura de mi pueblo es capaz de comprimir la cantidad más abundantemente grande de palabras huecas y ademanes amanerados dentro de la idea más pequeña y exigua conocida por la raza humana.
La diferencia entre un borracho y un cura degenerado es que al borracho se le pasa.
El abogado de mi pueblo nunca ha abierto su descomunal boca sin restarle severamente a la suma del conocimiento humano y poniendo en jaque mate hasta los más básicos y simples valores morales.
Sabremos cuál es el invierno más gélido porque los abogados tendrán las manos metidas en sus propios bolsillos.
El político de mi pueblo todavía ama a la naturaleza a pesar de lo que ésta le ha hecho a él, y aún no se acostumbra vivir con la idea de tener pulgares opuestos a pesar del tamaño del cerebro de su especie. Cuando habla no sale de la diatriba enfermiza de cualquier libelo de folletín de pandilla.
Los políticos son los únicos seres con coeficiente intelectual negativo.
La mejor prueba de que el cura de mi pueblo, el abogado de mi pueblo, y el político de mi pueblo todavía no pueden evolucionar con los de su especie es que aún padecen la angustia de no poder comprender el concepto básico de caminar meníngea y racionalmente erectos. Cuando mueran, no voy a atender a sus funerales pero les enviaré una cariñosa y linda carta diciendo que apruebo con gran satisfacción y deleite su esperada eutanasia.
Mi santa madre en su infinita sabiduría me enseñó que si no tengo nada bueno que decir de alguien es mejor no decir nada, pero en el pueblo de mi madre no había ni un cura, ni un abogado, ni un político; por eso creo convencidamente que mi madre nació en el cielo. Cuando me portaba rebelde, mi madre no me amenazaba con el "Viejo del Saco, o con "El Cuco", o con "El diablo", sino que me decía que si no me portaba bien ella llamaría a un abogado, a un político, o peor, a un cura para que me contagiaran su constipación moral y mental. Con esto me aterrorizaba a tal punto, que me comía las coliflores cocidas sin chistar. Pero no todo fué siempre así para los abogados, políticos y curas; antes de convertirse en lo que son, todos estos esbirros fueron legítimos hijos de puta en todo su peso.
Pero hay algo remarcable que supura de esta tarambana de malolientes "seres humanos": Los curas, abogados y políticos representan asombrosamente bien la fecunda copulación y la febril eyaculación entre lo aberracional y el excremento intelectual humano. Ustedes pueden estar en desacuerdo con esto; pero mi consuelo personal es que no hay artista que espere gracia de las mentes vulgares, o estilo que venga del intelecto suburbano. ¿Yo? Yo puedo aguantar y sobrellevar graciosamente fuerza bruta, pero razonamiento bruto es absolutamente insoportable porque golpea oculto, traidora, y cobardemente por debajo del intelecto.
Nuestras inteligencias contemporáneas se están perdiendo absurdamente en las discusiones sórdidas y estúpidas de políticos de segunda categoría, de abogados de intelecto criminal, y de pervertidos teólogos de tercera categoría llamados sacerdotes, protegidos por una iglesia criminal, insana, depravadamente concomitante y engañosa. Lo peor de todo es que queda comprobado de que estos perturbados están abundantemente armados con una irrelevancia intelectual tan tramposa como diversa. Las palabras y conceptos de estos mañosos no pueden expresar límites claros mas allá de la cáustica masturbación mental de sus embotadas ideas, y debido a esta cruda realidad "de facto", no he sido capaz de encontrar una palabra lo suficientemente pequeña para describir con justicia la gran insignificancia de sus pueriles existencias.
He tratado de investigar y de mirar dentro de las diminutas mentes y profanas almas de esta morralla, pero lo único que he visto ha sido una maraña de malos hábitos y sucias costumbres. En un rarísimo momento en que vi un perdido y desubicado pensamiento decente cruzando sus mentes, éste estaba embarcado en una jornada imposiblemente dolorosa y solitaria, sin una meta visible o deducible, y su fútil existencia estaba indeleblemente condenada. ¿Cómo estas bizantinas formas de vida llegaron a ser lo que son? No lo sé. Es muy posible que estas abominables criaturas hechas de diminuta estatura intelectual y de grandes desperdicios morales sean el erróneo catártico de la inmundicia humana, estos entes con corazones de escroto rancio y conciencias hechas de cartón hayan sido accidentalmente mal paridos por los demonios de la bascosidad humana que vive entre nosotros.
Aplicando el principio inmanente e inane de Justicia(1), y en defensa de las caras y valiosas excepciones, debo decir con honestidad profunda -la misma honestidad con la que escribí este libelo- que tengo la inconmovible fortuna de contar entre las huestes de mis más preciadas y cercanas amistades con ilustres y honestos abogados, los reales procuradores de la justicia verídica, los escasos quijotes de la verdad indudable, y el ejemplo portentoso y extraordinario de la intención, el propósito, y el espíritu de la carrera de honesta abogacía que profesan. Estos profesionales que conozco personalmente son mis preciados e inmortales amigos.
(1)Libertad y Justicia - Aparte de su simple y deleznable importancia potencial, éste es un principio patriarcal de dudoso, falaz y discrepado valor. Estos amorfos y precarios preceptos son una fantasía ilusa inalcanzable, producto de la prolífica, salvaje, bravía y maquinal imaginación y conciencia humanas. Aunque perseguidos tenazmente por una eternidad y aprovisionados por la testaruda y pertinaz metralla de la insistencia humana, estos principios huidizos y mortales nunca han obtenido el logro de un reconocimiento cabal o la satisfacción de una prueba de concepto. Si pudiésemos ser capaces de reconocer que lo "cierto" apenas son fogonazos de frágiles y furtivos instantes en nuestras existencias; podríamos entonces vivir asequiblemente y con un encarnizado vigor en pos de nuestros esenciales sueños que al final, son lo único fiel y verdadero que impulsa e inspira nuestras atolondradas vidas.
En cuanto a los curas, no conozco ninguno de estos cortesanos baratos que no sea anormal e inconexo, pedófilo, ladrón de sueños, mentiroso, chupasangre, indolente holgazán, y/o que preste algún servicio o algún molde productivo de utilidad real. Este cáncer social circunstancial es difícil de eliminar porque estos esbirros comienzan a lavarle el cerebro a las humanas creaturas desde temprana edad, y cuando éstas llegan a la edad adulta, no son capaces de discernir entre lo decente y estos obscuros gremios que se escudan conveniente y cobardemente detrás de sus montepíos de tapujos, sotanas y dobleces; a los cuales denominan consonada y convenientemente: "divinos". Otros por ahí los llaman "El Cartel del Vaticano S.A."
Con respecto a estos polizontes de productividad, los políticos, tampoco conozco a ninguno de estos payasos bulliciosos y bochincheros quienes se divierten irresponsablemente perpetrando sus jaraneras y sediciosas actividades en contra de nuestra turbada sociedad. Tenga usted en cuenta de que una gran mayoría de estos insustanciales bufones son abogados, y que en su augusta (que viene de Augusto) miseria moral colmada de anti-deontológicos deberes se alimenta de la debilidad y el desamparo humano, en lo que estos sicarios encuentran gozo y sustento. Lo único axiomático y manifiesto que se podría decir acerca de este hatajo de Homo Stupidus, es que comparado con ellos, hacen lucir como una estrella extraordinariamente brillante al Roto Quezada, quién es la negación de la decencia.
En caso de que estas palabras puedan sonar más como un insulto que como una imparcial opinión, tengan en cara consideración que Sigmund Freud (Sigismund Schlomo Freud, Mayo 6, 1856 – Septiembre 23, 1939), es de opinión que el primer hombre que profirió un insulto en contra de su enemigo en vez de partirle el cráneo con un hacha afilada, fué el fundador de la civilización. Yo no tengo un hacha afilada.
En muchas partes del mundo hay curas, abogados y políticos, en otras partes hay gente decente y digna... me imagino que una cosa compensa la otra... Si los curas, abogados y políticos están en desacuerdo con estas manifiestas verdades, deberán quejarse al gremio al que pertenecen (la Sociedad Nacional de Zánganos Desposeídos y Sarnosos Morales) por escrito, a doble espacio y con cinco copias debido a la escases de papel higiénico. Lo más prodigioso y sorprendente de estos bastardos intelectuales es que tienen el recorrido más corto que existe entre las cavidades de la boca y del ano, y entre estos huecos sólo hay materia fecal y otros endocimbiontes que no pueden calificar como materia gris por más que traten; y cuando estos eunucos mentales abren cualquiera de estos esfínteres para hablar, olas peristálticas expulsan el parasítico contenido intestinal de sus caletres infectando a las personas con sus piduyes de eutanasia moral. Después de hablar, perdón, de emitir profundos e inarticulados sonidos guturales a través de estas inmundas oquedades, parecen olvidar rápida y fácilmente lo que han dicho, lo que me inclina a pensar de que estas pobres creaturas de ideologías monocelulares sufren un agudo y galopante caso de miastenia gravis.
Yo; siendo el más imperfecto ser humano del universo, el más presunto ensayista del planeta, el más desvalorado integrante de esta vida, el más ignorante conocedor del Homo Sapiens, tal vez la más impúdica y audaz pluma contemporánea, quizá el intelecto más anárquico y estrepitoso de la raza, y el productor de posiblemente la más destitulada opinión de nuestra sociedad humana en su totalidad, emito ésta, mi sincera y común pero experta opinión. También me da una pena horrible de pensar en la reacción que los sayones acerca de los cuales escribo tendrán al descubrir que ésta, una libre, silvestre y verificable opinión, es compartida cuantiosamente por seres humanos de tallas superiores y poseedores de los más profundos relieves de civilización.
Quiero establecer claramente que la gratuita opinión que acaban de leer la escribí cuando me sentía satisfecho, contento de la vida, en paz conmigo mismo, en un momento de inspiración positiva (pero no divina), sintiéndome rebalsado de filantrópica misericordia, y sin la menor intención de deplorar en ningún aspecto ni en ningún ángulo a ningún ser humano decente; de lo contrario hubiese escrito una fuerte octavilla atestada de insolencias y con profusas y sarcásticas andanadas blasfemas abarrotadas de procacidades.
Sí, mis estimadas y distinguidas damas, caballeros y seres humanos sensibles todos; estrictamente aparte de las contadas respetables excepciones arriba mencionadas, esta gentuza de tan menguada ralea no me gusta nada.
El Loco