Federico García Lorca

Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca

La cuestión para el lector es: ¿Cuánta escolástica retiene usted sobre los inmortales trabajos del Poeta Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca?

Numerosos de los quebrados fragmentos de estas muníficas labranzas literarias se encuentran soterradamente hilvanadas en los urdidos filamentos emocionales de este entrecruzado escrito mío. Algunos de los inmortales fragmentos de su amante poesía están casualmente desperdigados y distorsionados entre los salvajes folios de esta inquieta grafía ; la runa del matrimonio entre mis palabras y mis burdos pensamientos sin refinar.

Veamos si los puede redescubrir o reconocer...

Homenaje al Gran Poeta Federico García Lorca

Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, 
luz de péndolas blancas y de España mazorca, 
valiente pretoriano del alma y arcángel de la poesía, 
que te han robado la vida, bajo el sol de un agrio día. 

Asesinado por los fascistas de la Guerra Civil Española 
con la indolente inconsciencia de una guerra castañola, 
títeres de "Comedia sin Título", según cuajaría, 
ladrones de vidas ajenas, según se decía. 

Soldaditos oscuros pactando destrozar, 
sus sueños escritos y su Camborio cantar, 
pero ni del "Cante Jondo" pudieron quebrar 
las diáfanas voces que hablaron de amar. 

Asesinado por fascistas de la Guerra Civil Española 
con la faça de la franca frica de Franco en cabriola, 
armados con ciegas envidias de quien no puede pensar, 
izados de bastardas mentes incapaces de razonar. 

Sus poemas cantaron de gitanos Andaluces, 
y de sueños que evocaron ecos de mil luces, 
fulgores sangrantes que aún se desviven por vivir 
en las cálidas riberas del indomable Guadalquivir. 

Silvestre, Camborio de Dura Crin

Un día seco morirá este libro incinerado
en el dolor de un mudo grito ahogado,
aullando vivaces palabras de viejo Jerez,
único licor del alma, e insobornable juez.

Morirá untado de alelíes y pasodobles,
y de sus páginas nadie oirá el redoble
de la Jota, del Flamenco y del Relicario,
cinceles del alma de su autor milenario.

La muerte vendrá a buscarme presurosa,
montando el agrio lomo siempre perenne,
de ese apurado viento de animada prosa,
urgido viento Madre, que nunca duerme.

No podré ya inferirle mordiscos de jabalí,
ni danzar con saltos jabonados de delfín,
y porque no ya no tengo un cutis amasado
ni de la verde aceituna, o del amarillo jazmín.

No quiero que mi pluma perezca
bajo el cuchillo del ciego alguacil,
quien la matará de hambre negra,
en un despintado, borrado candil.

Y me muero temprano Madre, porque yo ya no soy yo,
y porque ni mi casa es ya mi casa, y ora mi vida se agotó,
desangrándose de a poco Madre, como lo hace la pasión,
por ese amargo boquete extraño, sin música ni canción.

Me muero porque una virgen ciega,
una virgen de enjuta matriz amarga ,
me abrió una herida que me doblega,
me abrió una herida que me aletarga.

Y se fuga mi vida por mi abierto costado,
que duele tanto como me dolió la vida,
otrora de dolores mortalmente henchida
e indomable como pensamiento truncado.

Velas cautivas en candiles de estaño y plata,
viven y penan como lo hace mi pensamiento
prisioneras de un corto pabilo azul escarlata,
antes de ser ultimadas por un afanoso viento.

Henchido de un colosal brío,
y oliendo su piel de zarzuela,
¡yo me la llevé ufano al río
pensando que era mozuela!

La muerte vendrá a buscarme presurosa,
montando el agrio lomo siempre perenne,
de ese apurado viento de animada prosa,
urgido viento Madre, que nunca duerme.

Sé que no huele a miedo ni a sombras de tarde,
ni hace ruidos celestes ni se arrastra celadora,
y no es frugal ni sereno su negro velo, Madre,
pero se mueve silenciosa, como daga traidora.

Me muero porque me muero,
de una muerte de mal agüero,
y me muero porque te quiero verde,
porque quiero que así me recuerdes.

Cuéntale a las almas del averno,
que aquí ha pasado lo eterno,
han muerto hoy cuatro Gitanos
sin puñales afilados en sus manos.

No hubo sangre ni gritos morados ,
ni comparsas en la manchada acera,
no asistieron el cura ni los prelados,
y ni la silente y hacendosa candelera.

Y Madre, cuando yo me muera,
que no se enteren por doquiera,
ni las Vírgenes, ni otras gentes,
o esos abogados indecentes.

No envíes telegramas azules que vayan del Sur al Norte;
y que ni las monjas caminen por esos altos corredores,
porque yo ya estaré entre los comensales de su cohorte,
entre sus olas sin esperanza hechas de cuernos y flores.

Y ya verás como mi vida se evapora
en las calderas de esta malhechora,
pero estaré disfrazado de húmedo rocío,
para no infundir sospechas en el gentío.

Me alejaré despacio como la Guardia Civil se aleja,
por azabaches calzadas transitadas por burguesas,
por una calle empinada y de adoquines perpleja,
ya sin llantos de madre, ya sin llamas ni sorpresas.

Unas callejuelas que fueron asfaltadas
y pintadas de antiguas vergüenzas,
por donde corrieron mozas asustadas,
perseguidas por sus apretadas trenzas.

Cuando muera me pondré frío,
como lo hace el agua pobre,
tan frío Madre, tan frío,
para que nadie me toque.

Aguardaré a que las grietas del alba despierten Europa,
y que matutinas amanezcan como el rocío en la hoja,
despierten como despierta el cristal de una copa,
delicado y transparente con vinos de cresta roja.

Y no veré la luz de sus ojos,
ni las luces del nuevo día,
ni los ardientes labios rojos ,
de aquella que yo quería.

Y ahí estará Don Pedro con su caballo sin freno,
esperando que las ventanas y el viento callejero,
le den algo sereno, porque no habrá más consuelo,
para su desconsolado llanto, llanto de caballero.

Yo no tengo caballo ni mozo palafrenero,
ni el canto pagado de un mercenario trovero,
y no habrá amor verde, ni rosas de cuarzo,
ni blancas doncellas llorando en mi cuarto.

Los esqueletos de las mil mariposas
que dormitan en tu blanco recinto,
vendrán a ver las moras crines
con las que mi féretro entinto.

Ni tronarán infelices los días de Mayo,
en el límpido lomo de un chúcaro rayo,
¡teje de prisa Madre tus oraciones de estaño,
que el mañana ya no llega, como llegaba antaño!

¡Apúrate que agonizo sin la luz de Enero,
entre el oscuro gemir de este año entero!
¡Teje de prisa Madre, tu oración del partir,
que se escapa el tiempo, y me voy a morir!

Le negaré a la muerte el sabor de mi linaje,
con el mismo poder con que tu alma supura
ese desesperado amor y su potente brebaje,
para beberlo y olvidar esa dama sin postura.

Cierra las altas puertas de los balcones ,
porque no quiero que perciban tu llanto
aquellos negros pájaros de picos fisgones,
detrás de las murallas que rigen mi canto.

También cierra las celosías y sus sucias cortinas
para que los curiosos transeúntes nunca se enteren,
ni de los rosarios rezados, ni de esas tontas fajinas
hechas de la negra pena de aquellos que mueren.

Y cuando la pálida luna descanse en su fragua,
y los cien caballos del Rey se hayan marchado,
despide a aquellas damas que visten enagua,
collares de cedro, abanico, y vestido cinchado.

Cuando todos hayan hablado
desde la crujiente palestra,
en la calle no habrá quedado,
ni un Gitano para muestra.

Madre, abre bien las puertas de mi sepultura,
permite que la muerte silenciosa se adentre,
con su amarga dulzura y su falta de cordura,
a quitarte ésta, la ajada magnolia de tu vientre.

¡Pero no la dejes que se lleve tu recuerdo!,
ni que lo clave en mi pecho muerto,
ráptalo tú, Madre, y enciérralo
en un tulipán de miedo,
para que vaya a dormir el sueño
de las manzanas de Enero,
y no quiera subir al cielo,
ni bajar a la hondonada,
y no quiera bajar al pozo,
y ni subir los muros
de la hispánica Granada.

Y dormiré hasta que el agua se quede sin lecho,
o hasta que el torcido árbol se ponga derecho,
y dormiré hasta que de vino se vacíen las botellas,
o hasta que la gastada calle se quede sin huellas.

La muerte envidia los duros pechos
de donde la tibia leche nacía,
derramándose por los pezones
de tus maternales bastiones.

Y ni la herida mariposa maléfica,
ni los Títeres de Cachiporra,
ni La Zapatera Prodigiosa,
y ni Don Perlimplín y Belisa en su Jardín;
tendrán unas Bodas de Sangre
como las que tendré yo.

Y no las tendré ni en La Casa de Bernarda Alba
ni en Los Sueños de mi prima Aurelia.
Y mientras gritan el llanto por Ignacio Sánchez
y recitan los Seis Poemas Gallegos,
quizá iluminen un viejo Soneto de Amor Oscuro,
el que grita las vertiginosas Verónicas de alelí
de este inmortal Torero sin lengua baladí,
que en el año 1920 de su cuna,
hizo su último Viaje a la Luna.

Y cuando la muerte venga presta por mí
no podré ya inferirle mordiscos de jabalí,
y venga auxiliada por lóbregas sombras sin fin
ya no podré escaparme con los saltos de delfín.

Ya no tendré conmigo, ni la aceituna o el jazmín,
y mi pluma ya habrá muerto en un mohoso candil,
porque las inicuas bestias de Franco y su Alguacil,
con los cuatro puñales Heredia, le habrán dado fin.

Me muero porque me muero y me muero porque sí,
y me muero verde de muerte verde como te lo dije a tí.
Quiero que me recuerdes con un recuerdo sin gemir,
y que le digas a los perros de aquella Guardia Civil,
que aquí pasó lo de siempre, aquello del Guadalquivir,
que no hubo sangre ni gritos, y ni un clavel varonil.

¡Teje aprisa Madre, tu oración del partir,
se acabó ya el tiempo, y me comienzo a morir!

Dedicatoria:

Dedico este sentido homenaje
a la gran generación de españoles,
a quienes cegaron con el brebaje
de la guerra y la revolución,
a quienes nunca vivieron
esos días de templada ilusión,
que brotaba de una pluma hermosa,
de una pluma de emancipación,
de una pluma tan granada,
de una pluma de dragón,
que no entonaba castrada,
a Granada y su canción.

Les dedico este sentido homenaje
yo, un humilde paje sin carruaje,
a quienes les robaron sin calma
el maíz que guardaba en su mazorca,
en los indelebles trozos del alma
del Poeta Federico García Lorca.

Murió bajo las manos ingratas
de una muerte sorda y pueril,
a manos de un poco franco verdugo,
en una noche de un Agosto febril,
entre el disimulo de las capas negras,
esas negras capas de la Guardia Civil.
~







































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