El Dinero Adormita la Conciencia
En casi todos los casos que conozco, el
dinero adormita la conciencia. El dinero
encuentra siempre y siempre encontrará fértiles tierras en las conciencias
humanas débiles y pequeñas para diseminar ampliamente su comisión maléfica, y
desarrollar con fuerza y bravuconería su lado protervo. Esto no es de extrañarse simplemente porque usted
sabe muy bien que todas las cosas -como los seres humanos- tienen dos
caras. Una cara es buena, honrada y
limpia, y la otra; bien notada y reconocida por todos, es mala, innoble y sucia,
como las hermafroditas flores de la falaz familia de la Canna Indica Rubra.
Por ejemplo, el dinero siempre encuentra
fructíferos parajes donde es siempre bien recibido: en los abogados
deshonestos; en los políticos inescrupulosos; en los curas que gritan pobreza
pero que viven como reyes, y en los muchos cicateros que viven alrededor
nuestro y a los que vemos casi siempre y con los que muchas veces tratamos
consuetudinariamente. Esto pasa porque
la miseria moral humana no conoce límites visibles. Así como el hambre es el arma más poderosa para
quebrar el espíritu humano, el dinero es el arma omnipotente que adormita la
consciencia.
Pero no quiero hablar de lo malo y lo
desalmado porque esto es nada más que la negra y falsa semilla de una
pasioncilla envuelta en su saquito de envidia, propia de esos humanos espectros
desahuciados y egoístas; empero, quiero hablar de lo bueno, de lo luminoso, de
lo limpio, de lo humano que posee el valor contradictorio de lo negativo, que
sostiene el importe contrapuesto al personalismo, esa valiosa tarifa que anula
el egoísmo en sus más profundas raíces... ese altruísmo de que a pesar de ser
abundante, no se nota.
Sí, en casi todos los casos que conozco, el
dinero adormita la conciencia; pero sin embargo, la otra cara del dinero que
adormita las conciencias hace también su trabajo despertante y sin el menoscabo
de las escabrosas acciones de su gemelo demoníaco, triunfa sin pompa ni gloria,
sin gritos ni estridencias; pero con la muda algarabía de los honestos y
generosos corazones de los hombres que los sostienen.
El dinero no es un fetiche: es REAL. El dinero no hace a las personas malas, solo
les dá la oportunidad para mostrar lo que realmente son. Si usted cree que usted es una buena persona
y de pronto se hace rico, entonces ¿se tornará ahora usted en un criminal? ¿Se transformará ahora un asesino? ¿O quizá ahora que tiene dinero permutará su buen
carácter
por un temperamento despótico y opresivo?
Probablemente no, pero ciertamente la posibilidad existe.
Los malos son y han sido malos todas sus
vidas, los buenos son y serán buenos todas sus vidas, pero el dinero les dará
la franca oportunidad para lucir los verdaderos colores de sus auténticas banderas. El dinero no es un fetiche: es REAL, y tiene
la indomable capacidad de adormitar la conciencia. Ahora que es rico es posible que se le olvide
el prójimo, es posible que ya no se acuerde de las cosas buenas que quería
hacer cuando era menos rico, y también es posible que rápidamente relegue a un
segundo término los buenos hechos que soñaba hacer cuando tuviese
dinero... ... y esto es porque, en casi
todos los casos que conozco, el dinero les adormita la conciencia.
No conozco a ninguno que no le guste o no
necesite el dinero. Si alguien dice lo
contrario, es un sofista mentiroso. Es
cierto que lo odiamos cuando no lo tenemos, pero lo amamos cuando está en
nuestros bolsillos; porque contrario a todos los otros fetiches divinos, el
dinero es real. Hoy en día, el dinero es
una necesidad crucial para nuestras vidas y su dependiente supervivencia. El que no tiene dinero, perece. Algunos sicarios de estrechas corrientes
ideológicas demonizan al dinero, pero sin embargo se pasan sus vidas en pos de
éste y se aseguran de tenerlo en buenas cantidades para su propio bienestar y
supervivencia.
El dinero, contrario a los innumerables dioses
que existen, es real y no es demoníaco como predican las irresponsables,
sueltas e hipócritas lenguas de esos fantoches que venden bolsas invisibles de aire
y que se ocultan y disfrazan en sotanas oscuras, los atuendos que reflejan lo emocional
y concienzudamente necrofílico de sus escrúpulos, los que son del mismo color
con que pintan lo que condenan.
Ciertamente el dinero no es lo más
importante o trascendental de nuestras vidas, pero sin duda es una herramienta
fundamental e imprescindible para la supervivencia humana, para la
supervivencia de los buenos y de los malos igualmente. Si usted se dá cuenta, casi todo en este
mundo tiene un precio y sin duda se puede comprar con dinero; y lo que no, no
importa porque no cuenta. A usted le
aman o no le aman, o quizá le odian, y el dinero no tiene lugar en esto porque
no puede comparar amor ni odio; esto lo genera usted mismo sin necesidad del
dinero, así que en las cosas que no se pueden comprar con dinero; como por
ejemplo el amor de su Madre, el dinero no tiene ninguna incidencia.
El dinero tampoco puede comprar salud
física, mental o emocional, y si usted se enferma, no necesita el dinero para
hacerlo. Esta es una de las gratuitas
gracias de nuestras débiles y volubles calidades humanas. Sin embargo con dinero se pueden comprar los
mejores doctores, las mejores medicinas, los mejores tratamientos, y los
mejores hospitales. En este caso, el
dinero es bueno porque le hará la vida menos miserable que a aquel que no lo
tiene, y quien tendrá que sufrir la enfermedad en forma miserable y dolorosa, y
hasta quizá viva menos que usted porque usted puede comprar los remedios de la
salud; y todo esto gracias al dinero porque el dinero es real y puede comprar
recetas de salud. Trate usted de comprar
medicinas con oraciones, o trate de mejorarse rezando... quizá sus cuentas se paguen mágicamente si
hace una buena "manda"...
¿Cómo es que el dinero adormita la consciencia? Pues bien, gracias al dinero que usted posee,
usted puede pagar por las necesidades y las muchas instancias que su enfermedad
demanda, pero ¿se ha detenido a pensar en aquella persona que no puede pagar por
esas cosas que nos podemos proveer nosotros con la ayuda del dinero? Aquí es donde la consciencia se toma la
primera siesta. Es cierto que debemos
preocuparnos de nuestra salud, pero debemos ser tan egoístas que solo pensamos
en nosotros.
Según me acuerdo y de la forma de cómo nos
imbuyeron algunos de aquellos principios basados en arcaicos escritos en una
lengua desconocida e incomprensible en ese entonces para nosotros; los que por
lo tanto no fueron una enseñanza sino que una supuesta "reforma del pensamiento", una
"nueva educación", o una "reeducación
vanguardista"; lo que en realidad era, fué un malicioso lavado de cerebro
aprovechando que nuestras jóvenes mentes no estaban desarrolladas y eran muy
susceptibles de ingerir cualquier mierda que nos ofreciesen; principios que
hablaban de hacer lo que era lo correcto con el prójimo, uno de esos
"principios cristianos", que son los primeros en salir por la ventana
cuando el dinero nos adormita la consciencia.
La razón inexcusable de por qué todo el mundo necesita la "mano de
dios", es porque nunca nadie la recibe.
Entonces, usted paga por sus apremiantes necesidades
y se olvida de aquel que está en su misma situación, pero que no tiene dinero
como comprar algún alivio para las circunstancias de él. Usted me dirá usando magistralmente una de
esas insensibles y rimbombantes pero huecas frases como: "La caridad
empieza por casa". Párese a pensar
un momento a ver si se acuerda de quién le metió esta egoísta basura en la
cabeza. También deténgase a pensar cuántas
veces usted ha repetido como un vistoso pero intrascendental papagayo esta presuntuosa
frase para justificar su adormitada consciencia... Esto no es una crítica para usted, sino que
un "recordatorio" de los instantes de su propia y libre
determinación, que quizá está más manchada y contaminada más allá de la
reparación, de lo que cree que cree gracias a esas arcaicas y vacías
"enseñanzas" sin intento.
¿Se ha dado usted cuenta de que existen instituciones que se dedican
a ayudar al prójimo? ¿Y de
que las personas que las corren y manejan, al menos la mayoría de ellos; todavía
no tienen la conciencia adormitada por el dinero? Nunca se olvide de que la más importante
institución de caridad, es usted. Quizá
usted deba comenzar a ejercitar algunas de esas arcaicas "reformas del pensamiento" que tal vez no estén tan
vacías después de todo, y hasta quizá posean algún intento.
No deje que el dinero le adormite la consciencia.
Hay mucha gente que adora el dinero pero
que también adora a su prójimo, independientemente de la forma en que este "prójimo"
esté hecho, y de la forma en que este "prójimo" piense. La Caridad se supone que esté por sobre la
naturaleza y el pensamiento humanos, ¿es cierto esto?, usted
dígame...
Entre estas gentes que aman el dinero -que
es real- (¿he mencionado esto anteriormente?), también los hay los que aman
honestamente a muchos de sus prójimos porque sus conciencias aún no están
adormitadas. Digo honestamente porque
sus acciones nacen de sus claras conciencias y no de la inescrupulosa presión
de dar un diezmo en la públicas y forzadas apoteosis de las reuniones idólatras
y de "estatus social" que brindan los fachosos y chocarreros espectáculos
místicos de los Domingos por la mañana, orquestados por bufones sin palacio ni substancia. Esto no es mi invento, esto es historia y los
hechos de la historia son reales; interpretación creacionista no lo es.
Estos seres especiales a los que el dinero
no les ha adormitado la consciencia, están hechos de una mágica materia
etimológica que contiene amor al ser humano, amor a la humanidad, que exudan caridad
y respeto positivo y constructivo; y no tienen nada que ver con los misántropos
del párrafo 2 que menciona este abierto y corrosivo escrito. Sé que este papiro de la consciencia es
incisivamente mordaz y abiertamente insolente, pero es honesto, directo y sin
tapujos; y lo puedo escribir así porque no le temo ni a los magros dioses, ni a
nada más en el Universo.
Puesto en los términos más simplistas de la
lengua Castellana, estos filántropos seres humanistas buscan en una forma
totalmente desinteresada la excelencia en cada faceta y circunstancias de la
vida humana, para cada vida humana indiscriminadamente, creando múltiples
maneras y vías para traer esa filosofía humanista a fruición. El caso curioso es que este dinero que
adormita conciencias, también las despierta y las despabila en una gran forma.
El dinero te pertenece y te sirve
momentáneamente solo cuando está temporalmente entre tus manos. Y muchas veces esas manos tuyas no te
pertenecen a ti, sino que al que sirves, a tu amo. Y tu amo es muchas veces el dinero, ése que te
acaricia primero, que te saca de apuros, que cimienta tu progreso y el
bienestar de tu familia, y que te hace feliz después; y durante este interludio
cuando estás complacido, te adormece la conciencia.
No todo se compra con dinero, repetirá concienzuda
y reflexivamente usted. Y tiene mucha
razón, absoluta razón. Por ejemplo el
dinero no compra carácter, no compra amor, no compra honestidad, no compra
lealtad, ni tampoco compra la limpieza y la solidez de la consciencia moral; por
lo tanto no importa porque estos elementos están en otra liga, en una liga en donde
el dinero no existe y en que nada está a la venta. Entonces es ridículo tratar de establecer que
el dinero no compra cosas como éstas, porque es una verdad que no puede ser más
cierta ni establecida, y que usted probablemente sabe y entiende muy bien.
No hay ningún dios que exista en este
planeta que esté sobre cualquier otro, o que sea más cierto o importante que
ninguno de sus émulos. Todos estos
pequeños y desvalorizados dioses son nada más que una vaga e inmanente promesa que
vive hacinada en las mentes humanas a expensas de las ignorantes e impensantes
conciencias de los hombres, conciencias tan inhibidas intelectualmente y tan
superlativamente estorbadas en erudición y lógica; que tratan una verdad
innegable y patente con ojos absolutamente ciegos y con un vacío total de
lógica y sentido común, elementos que les hacen confundir la realidad con la
ficción sin límites.
Por ejemplo, tratan la virginidad como un
guante reversible, como una verdad bizantina, como un sortilegio fantástico que
ni el más tonto de los hombres honestos creería por un segundo si no tuviese la
mente envenenada con las acidas mieles del vano creacionismo. El creacionista adicto y partidario no se dá
cuenta -y muchas veces porque no quiere- de que su mente está desesperanzadamente
irrecuperable, tan irrecuperable como la pérdida de la virginidad.
El gran desafío de la consciencia se
presenta cuando hay que tomar una decisión, en ese segundo cardinal cuando hay
que definirse entre ser honesto o nó; cuando debemos definir un dictamen de
comportamiento que marcará nuestras vidas y nuestra consciencia privada por la
eternidad. Esos momentos son aquellos en
que debemos decidir qué es lo correcto que deberíamos hacer en dadas
circunstancias. Cuando usted se
encuentra una billetera en el suelo, la que contiene dinero, tarjetas de
crédito y otros valores, pero también contiene la identidad de su dueño, ¿qué
hace usted?: ¿llama al dueño para devolvérsela?, ¿le extrae los
valores liquidables y después la tira?, ¿o se la guarda
en el bolsillo para después lidiar con sus sentimientos cívicos y morales
porque en ese momento no se puede definir como un hombre cabal? ¿Es posible que el deslumbre de
aquellos coloridos billetes le hayan adormecido instantáneamente la consciencia
con su estallido de avaricia?... ...es
muy posible hombre, porque el dinero adormita la consciencia.
La respuesta es sin duda un asunto muy
personal y privado, la que dejará un insistente residuo moral, positivo o
negativo; el que usted deberá llevar pegado como una mancha o como un trofeo en
su consciencia para el resto de su vida.
Si es que tiene consciencia, eso es, porque cuando el dinero entra por
la puerta, la consciencia es lo primero que se escapa presta por la ventana.
Esta mágica poción de tiempo indeliberado
que usa el dinero para inyectar la dormitación de la consciencia, sobrepasa los
poderes de los pequeños e imaginarios dioses que están por todos lados, como
las moscas, incluyendo al más venerado
de los mundanos dioses, los que nunca tendrán más seguidores que un simple pero
real dios: el dinero; aquel Dios Latino inventado por los Romanos al que
llamaron Denario, esa transcendental moneda romana principal y de principio a
la que hoy llamamos "Dinero".
Este dios que es tan real, ha puesto de manifiesto la locura de vivir
precariamente para poder morir rico.
El dinero le pertenece a todos y no es de
nadie, solo acata las órdenes de aquellas manos que lo sostienen momentáneamente. El dinero dá la luz a quien lo emplea para
abrir la flor del mundo y aniquila a quién se endiosa con él confundiendo la
riqueza con el espíritu. Muchos se
expresan con sinceridad cuando señalan que desprecian las riquezas, pero que
quede claro que la mayoría de las veces se refieren a las riquezas que poseen
los demás.
Muchos no encuentran la diferencia entre el dinero y la conciencia, no distinguen entre la conciencia y la muerte, y no notan la discrepancia entre la muerte y la riqueza. Aquellos que consideran que el dinero puede hacerlo todo, son un ejemplo sin tapujos ni dudas y un claro y fundamentado indicio de que estos individuos son capaces de hacer cualquier cosa por dinero, y esto es porque lo único que nos distingue de los otros animales, es que éstos no tienen preocupaciones financieras.
Lo mas cómico de todo esto, es que al final
del controversial camino del uso del dinero, no es el dinero el que cuenta,
sino que el ser humano y su consciencia.
El dinero no es malo, el ser humano es el que tiene la capacidad de ser
bellaco y usar el dinero como un mero instrumento de su perversidad o de su
altruísmo, el ser humano es el que asesina a otros y no el dinero, el ser
humano es el que tiene la consciencia; el dinero es un simple papelito pintado
con coquetos y variados colores y con unos lechuguinos números que nunca
representan el valor que murmuran. El único
dinero que mantiene su valor real siempre, es el dinero del "Monopoly".
No existe absolutamente nada que sea inherentemente
bueno, o malo sobre el dinero. El
dinero, ésta irracional herramienta; la utilizamos lo mismo para financiar
hecatombes humanas o para aliviar y enaltecer al ser humano. Le inventamos (al dinero) convenientes
nombres y egoístas barreras, le colgamos horribles y hermosos poderes, lo usamos
para destruirnos a nosotros mismos, o le dejamos fluír libre y sin tapujos traspasando
nuestras naturalezas como otro símbolo de nuestro autodeterminado derecho a la exuberancia. Como sea que sea el caso, a la postre el
dinero es una reflexión de nosotros mismos, y por eso es que el dinero posee el
poder de adormitar la consciencia, porque no hay maestro que nos puede sobornar
mejor que nosotros mismos.
¿Por qué me arriesgo de esta manera
interviniendo en un asunto tan controversial?
Sabiendo cómo "piensan" algunos ahí afuera, ¿por qué me
expongo a la crítica irreflexiva? Muy
simple, o porque soy loco, o porque tengo consciencia de tener miedo, y porque
no tengo miedo de que me califiquen de materialista, ni tengo terror de que los
creacionistas me tilden de algo que no soy y que probablemente no existe, ni
tampoco tengo miedo de que aquellos que me conocen cambien su actitud hacia
mí. Pero me arriesgo de ésta, quizá imprudente
pero audaz manera interviniendo en asuntos espinudamente controversiales;
porque si no intervengo, quizá deba tener más miedo de darme cuenta de que soy
un cobarde por no hacerlo, o que quizá el dinero ya me ha adormitado la
consciencia.
El Loco