Esta historia
incontrastable es para los que se sienten un poco decaídos, menoscabados, o
quizá un poco deprimidos. Este epigrama no
le resolverá nada de su situación actual, pero le dará una perspectiva inconmensurable
y además, una alternativa diferente al escenario en que está viviendo de
momento.
Usted ya se habrá
dado cuenta de que en este mundo siempre hay un prójimo más desdichado que nosotros,
más pobre que nosotros, más solo y aislado que nosotros, más tonto que
nosotros, más chico que nosotros, más guatón que nosotros, más grande que
nosotros, más flaco que nosotros, más inteligente que nosotros, más necio y más
desesperado que nosotros. ¡Ah!, y más
feo y más pelado que nosotros también.
La cosa es
ponerse uno mismo en una seria perspectiva con respecto al mundo que nos rodea,
por más injusto o vacío que éste parezca.
Acuérdese que la libertad y la justicia son una fantasía, sólo el vivir
de sueños es lo verdadero. Si usted no
es capaz de hacer esto con el poder innato que le brinda su calidad de ser
humano, o cree o piensa por un segundo que usted no tiene sobrada calidad
humana para levantarse de cualquier caída;
pues entonces usted está convirtiendo una situación en algo mucho más
serio de lo que parece. No se quede sentado
esperando por milagros porque no existen.
Si se cae tres veces, ¡levántese cuatro!, y si quiere caminar, ¡no se siente!
Por más disminuído
que usted se considere o se conciba en algún momento de su vida, sepa que usted
tiene un valor innato. Acuérdese de que
usted fué el único sobreviviente que logró llegar a la meta final en la carrera
más difícil, más mortífera, más dura, más combativa, más injusta y más larga de
su vida; una carrera tan definitiva que decidiría el resto de sus existencia. Está cabrón, ¿ah?
Usted fué el
único sobreviviente de más de 2,500,000,000 (dos mil quinientos millones por lo
menos) de inquietos y nerviosos espermios que compitieron con usted en esa
carrera vital por alcanzar el indiviso óvulo de su madre, y como nadie lo
conocía a usted, todos estos giles estaban tratando de joderlo desde que
comenzó la carrera, y estoy seguro que usted no estaba en la primera fila
cuando comenzó la espantada.
Y aunque no le
hubiese gustado, usted compitió porque no había mañana para los perdedores, y
movió su colita y empujó con su cabecita, y no dió codazos porque no tenía
codos todavía, pero estoy seguro de que se tiró peos, estornudó, transpiró, escupió,
maldijo, le hizo zancadillas a los otros espermios, etc., y hasta recibió un
"pollo en el ojo"(1);
en otras palabras, asumió su responsabilidad de espermio e hizo lo que era
menester hacer.
(1) Esta poco
intuitiva expresión popular jerigonzal es una especie de fandango
lingüístico-gramatical chileno. Aunque
la frase es gramaticalmente correcta, su significado académico escapa a la
comprensión colectiva del lenguaje Castellano, y si usted no es chileno;
necesita traducción. Esta expresión de
la lengua Castellana significa básicamente que usted ha recibido inesperadamente
y en contra de su voluntad, la asquerosa esputación a alta velocidad de un tangible
material inanimado mucoso-pringoso, y de
abiertas características viscoso- secretorias (ejemplo: moco, gargajo, mucosidad, secreción, flema, vela, loro, y pollo entre otras) sobre uno de sus desprevenidos ojos. ¿Qué cosas, no?
Quizá nadie nunca
sepa cuántas contingencias pasó en esta vital carrera, qué tremendo esfuerzo usted invirtió en este
capital camino, y ni cuántas veces estuvo a punto de rendirse... pero no se rindió, ni se detuvo a quejarse, y
ni tampoco se arrinconó a llorar solo triste y abandonado en una olvidada arruga
del útero. Lo que hizo fué confrontar
las circunstancias, ¡y
luchó! Solo gracias a su victoria basada
nada más que en su propio e inalienable esfuerzo, es la única razón para que
usted esté aquí y ahora leyendo las palabras de este loco, el que un día
también ganó esta carrera en otra Olimpíada Uterina fenomenal. Eso tiene un valor enorme, ¿no lo cree usted? Pues entonces estampe una sonrisa en sus
labios ¡y levántese!, porque aunque usted no lo crea, hay muchos ahí afuera que
han depositado su confianza y sus esperanzas en usted...
Para empezar, el
único problema que por ahora aún no tiene solución, es la muerte; pero ésta es
una solución en sí misma. ¿Qué cosas,
no? Lo paradójico de la muerte es que
cuando usted se muera se le resolverán automáticamente todos sus problemas,
pero si usted se suicida (no es que se vaya para Suiza), perderá totalmente su
calidad humana, que es el tesoro más grande y más valioso al que un ser vivo
puede optar. Y es irrecuperable.
¿Y la perspectiva?
De vuelta a la
perspectiva. Esto pasó en Chisdasvinto,
a unos kilómetros de Enevadita, y al sur de Pordócimo, en el límite norte con Cracopia,
en el paupérrimo país de la goma. Chisdasvinto era una aldea de las más
pobrísimas que han existido en la historia de la Humanidad, tan pobre así, que
sus pobladores no podían beber agua porque ni siquiera tenían sed. Todo en el pueblo era paupérrimo: las casas
estaban casi derruídas por completo, las calles tenían más hoyos que la teoría
de la relatividad, los animales eran transparentes y no tenían sombra, y los
pobres niñitos del pueblo estaban tan flacos que después de que comían
garbanzos, parecían un rosario ambulante, y de lo pobretones que eran, y el río
que cruzaba el pueblo ¡tenía
solamente una orilla! La situación era
definitivamente peor que la suya.
Un día temprano
en la mañana, Hermenegildo (que era tan pobre que no tenía sombra) se levantó
temprano como lo hacía cada mañana, y se fué en busca de su porfiado burro
Hércules para comenzar la faena matutina de arar la mísera faja de tierra en la
que plantaba algunos vegetales para el sustento de su familia. La tierra era tan seca que cuando cosechaba
las uvas, éstas ya eran pasas, y las alcachofas apenas daban una hoja. Cuando se acercó a la gastada estaca clavada
en el suelo la que servía de hangar, corral, meadero de perros y habitación
para Hércules; éste no se encontraba allí.
Hermenegildo se alarmó grandemente porque Hércules nunca se alejaba de
su cómodo alberge.
Rápidamente y en
una forma un poco frenética,
Hermenegildo se puso a buscar a su burro por todos los lugares que
conocía y que le fué posible. Nada. El burro no estaba por ninguna parte. Abatido, triste y un poco consternado por el
extraño desaparecimiento de Hércules, Hermenegildo corrió desesperadamente de
vuelta a casa a preguntarle a Elisenda Emeditación, su mujer de muchos años; a
ver si sabía algo del paradero de Hércules.
Para su descorazonamiento, Elisenda Emeditación no tenía la más
peregrina idea del paradero de Hércules, pero tanteó:
Elisenda
Emeditación: ¿Le diste agua a Hércules
anoche?
Hermenegildo: ¿Agua?
- Vaciló un instante - ¡Se me olvidó!
Elisenda
Emeditación: ¡Qué jodienda contigo
Hermenegildo! ¡Ésta es la tercera vez
que lo haces! ¡Anda tú a saber por dónde
anda el jodío burro tratando de beber!
Hermenegildo
salió apresuradamente a la carrera (en Chilensis Sordidus Coa Linguam: "apretando cachete") y en silencio
en busca del burro otra vez, y sin contestarle una sola palabra a su mujer
porque él bien sabía que Elisenda Emeditación, a pesar de ser una cariñosa
esposa, tenía un genio de los mil tres demonios. Hermenegildo se dirigió expeditamente y corriendo
más rápido que un Chasqui(2) en esteroides a preguntarle a su vecino
que tenía su rancho ubicado unas dos leguas al sur de la alquería de él, y
cuando llegó al lugar; encontró a Domiciano ordeñando alegremente una vaca
overa.
(2) Los
Chasquis eran ágiles corredores de
largas distancias en conjunto o en postas con un físico altamente capacitado
para esta función, los que llevaban y entregaban mensajes, manjares reales como
pescado y otros objetos de valor a través y a lo largo y ancho del Imperio
Inca, principalmente al servicio del Sapa Inca.
Los Chasquis eran despachados a lo largo de miles de kilómetros,
aprovechando el vasto sistema Inca de carreteras y puentes colgantes
diseminados en los Andes de Perú y Ecuador.
En la costa de lo que hoy es Perú su ruta funcionó desde Nazca a Tumbes. Las rutas Chasquis también se extendían hacia
otras partes del Imperio en partes las que ahora son Colombia, Bolivia,
Argentina y Chile.
Hermenegildo: ¡Domiciano!
¿Has visto a Hércules?
Domiciano: ¡Coño de la Madre, Domiciano! Pillé a Hércules montando a Bernardina esta
mañana, y la sucia vaca ésta lo estaba disfrutando! ¡Cuida a tu jodío jumento porque no quiero
estar emparentado contigo, ¿oíste?! - refunfuñó Domiciano airado.
Hermenegildo: Perdona Domiciano, te juro que no volverá a
suceder. ¿Sabes por dónde agarró
Hércules?
Domiciano: Lo ví arrancando p'al pozo seco. A veces con la lluvia, el pozo coge algo de
agua.
Hermenegildo
salió disparado en dirección al pozo en busca de Hércules mientras que
Bernardina lo observaba alejarse en tanto que rumiaba pienso con una enorme
sonrisa y mientras que su cola se meneaba con una sospechosa velocidad. Cuando Hermenegildo llegó a las cercanías del
pozo, no vió a Hércules por ningún lado, así que comenzó a llamarlo en voz
alta: "¡Héééérculeeees!,
¡Héééérculeeees!, ¿¡dónde estáááááás!?
Después de unos instantes, escuchó un desabrido rebuzno que salía desde
el fondo del pozo seco. Se acercó
presuroso al borde del pozo y miró hacia abajo.
Para su completo espanto, ahí se encontraba Hércules. Estaba sentado en el fondo del pozo, y
parecía no estar herido o magullado.
Le entró la
helada desesperación a Hermenegildo porque el pozo era muy hondo y oscuro, y
sería difícil rescatar a Hércules.
Mientras se rascaba los pocos pelos que aún se le aferraban al sebáceo
cuero cabelludo, pensaba frenéticamente como iba a sacar al burro del pozo,
pero con el nerviosismo, no se le ocurría nada práctico. No podía bajar un lazo porque al comenzar a
tirar el burro hacia arriba, éste se ahorcaría con su propio peso. Nadie podía bajar a amarrar el burro porque de
otra manera no habría forma de que él solo pudiese tirar al burro y al ayudante
hacia la superficie, aunque hubiese conseguido más ayuda y correr la peligrosa
eventualidad de tener entonces dos cautivos en el hoyo.
Nadie tenía una
grúa, un tractor o una polea, o ningún artefacto similar que pudiese servir
para levantar tamaño peso. Mientras esto
pasaba, Hércules rebuznaba cada vez más alto, contribuyendo a la desesperación
de Hermenegildo. Con el ruido de los
aullidos bestiales que pegaba Hércules, los pocos vecinos de la región se
comenzaron a juntar alrededor del pozo atraídos por la infaltable curiosidad, y
para ver cómo podrían ayudar a Hermenegildo con esta delicada situación.
Entonces, en un
improvisado cónclave, Hermenegildo y sus vecinos se pusieron a discutir el
asunto del burro:
Cloroaldo: Oye Hermenegildo, ¿No es éste el burro viejo
y flaco que tú tienes?
Hermenegildo: Pues sí.
Andrónico: La verdad es que está bien flaco.
Trigídia: ¡Pues
claro! - dijo la mujer de Andrónico.
Nicéforo: Además de flaco y viejo, ya no sirve para
nada…
Englatina: Eso es cierto, eso es cierto - replicó la
esposa de Nicéforo.
Domiciano: ¡Pues p'a culiar vacas sí que sirve el mulo
ése!
Sandalio: ¿Cuánto pesa Hércules?
Hermenegildo: Como unos 150 kilos…
Andrónico: ¿¡150 kilos!?
¡Putas si está flaco el jodío burro!
Trigídia: ¡Pues
claro!
Nicéforo: Humm… debería pesar por lo menos unos 270
kilos para estar sano…
Englatina: Eso
está bien.
Hermenegildo: ¡Joder!
¿¡Vamos a hablar de la salud del burro, o lo vamos a sacarle del hoyo!?
Trigídia: ¡Pues
claro!
Domiciano: Pero espera un momento, Hércules
probablemente esté herido y te va a costar un ojo de la cara el veterinario.
Hermenegildo: Además, si ya no va a poder trabajar en el
campo, ni para charqui te va a servir.
Sandalio: No hay forma de sacar a Hércules de este
hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…
- entonces Hércules dejó escapar un rebuzne fenomenal que les puso los
pelos de punta a todos.
Hermenegildo: Quizá ustedes tengan razón… pero es como de
la familia…
Englatina: Eso
está bien.
Nicéforo: ¡Mujer, a ver si te callas la boca!
Domiciano: Creo que ya tienes suficiente familia con
Elisenda Emeditación; ¿para qué coños quieres ese burro despilfarrado?
Trigídia: ¡Pues claro!
Andrónico: ¡Joder!
¡Tú también Trigídia! ¡Por dios
cállate la boca!
Englatina: Eso está bien.
Sandalio: A ver ustedes mujeres, ¿por qué no se van a
desplumar gallinas y le dejan estas cosas a los hombres?
Trigídia: ¡Pues claro!
Englatina: Eso está bien - y las dos se pusieron a
caminar en dirección al gallinero que estaba a un tiro de piedra del pozo
mientras Englatina preguntaba: ¿Está bien eso? - a lo que Trigídia respondió: -
¡Pues claro!
Nicéforo: Mira Hermenegildo, si Hércules no se muere
pronto, lo mataremos tratando de sacarlo.
Sandalio: No hay forma de sacar a Hércules de este
hoyo, deberíamos sacarlo de su miseria…
- entonces Hércules dejó escapar otro rebuzne más fenomenal que el
anterior que les puso la carne de gallina a todos, especialmente a la
conciencia de Hermenegildo.
Cloroaldo: Aparte de eso, si se nos muere en la
intentona, tendremos que enterrarlo, y eso es más trabajo.
Hermenegildo: ¿Qué hacemos entonces?
Andrónico: Sugiero que le dejemos caer una piedra grande
en la cabeza a Hércules, y después lo enterramos en el mismo pozo. Este pozo ha sido un peligro y tenemos que
resolverlo.
Hermenegildo: ¡Pero eso es cruel!
Sandalio: ¡Más cruel es dejarlo sufrir en estas
condiciones! ¡Joder! ¡Acabemos con el burro de una vez ya! - a esta altura, Hércules apenas emitía
rebuznos ya que estaba agotado de tanto rebuznar-.
Hermenegildo: (profundo suspiro).
Finalmente, Hermenegildo
decidió que el burro ya estaba muy viejo, estaba sufriendo, ya no servía para mucho
y además, el hoyo del pozo seco necesitaba ser tapado de todas formas para
evitar accidentes como éste en el futuro.
Y en un sanseacabó, Hermenegildo resolvió que realmente no valía la pena
sacar al burro del pozo, y que lo mejor sería enterrarlo y acabar con esta
tragedia.
Apesadumbrado por
esta decisión pero consciente de que esto era lo mejor, le pidió a todos sus
vecinos que le ayudaran en tan nefasta tarea.
En silencio todos fueron a buscar sus palas, con la excepción de
Cloroaldo, que se puso a buscar una piedra grande. Unos minutos más tarde, Cloroaldo regresó al
pozo donde ya los otros estaban esperando con palas, con una enorme piedra que
apenas la podía sostener.
Hermenegildo: No quiero tirar la piedra. ¡Es como matar a un miembro de la familia!
Domiciano: ¡Joder Hermenegildo! ¡Ya te he dicho que ya tienes más que
suficiente con Elisenda Emeditación!
¡Acaba de joder!
Nicéforo: Cloroaldo, dame esa piedra que yo la
aviento. - Seguidamente y con algo de
dificultad, Cloroaldo le entregó la piedra a Nicéforo.
Hermenegildo: Apunta con cuidado Nicéforo para que no lo
hagas sufrir.
Nicéforo: No te preocupes que le daré en medio de la
cabezota que éste tiene. - Y se asomó a la orilla del pozo para ver mejor.
Hércules que
estaba mirando hacia arriba y escuchando lo que sucedía, se dió cuenta de lo
que estaba pasando y comenzó a rebuznar desesperadamente, y los rebuznos ahora
le salían con gallos.
Hermenegildo: ¡Apúrate Nicéforo que no puedo aguantar más
esta tragedia!
Entonces Nicéforo
sin más dilación cerró el ojo izquierdo para apuntarle a la cabeza del burro. El problema era que Nicéforo era turnio y no
se podía determinar si le estaba apuntando a Hércules, o a la luna. Después de una neurasténica sesión de rápidos
parpadeos y cambios de ojo, Nicéforo aparentemente pudo enfocar el ojo
pivotante, y sin más prórroga arrojó la dura piedra al vacío. Se hizo un profundo silencio que duró apenas
un par de segundos, y de pronto se escuchó un ruido pesado y seco; como cuando
uno deja caer un trozo de carne con violencia en un mesón de madera. Se oyó un quejido que al principio fué
fuerte, pero inmediatamente se disolvió en el silencio del fondo del pozo. Acto seguido, todo se aquietó y no hubo ni un
ruido que saliese del pozo…
Silenciosamente y
sin hablar, todos los vecinos cogieron sus palas y empezaron a tirarle tierra
al pozo en una forma maquinalmente resignada. Ya se estaba haciendo de noche, y la
visibilidad comenzó a perderse rápidamente, así que el piquete se apresuró aún
más con las paladas de tierra. Menos de media
hora después ya estaba completamente obscuro, y apenas se reflejaban las
siluetas de los aplicados vecinos que se encajaban contra el horizonte de la
obscuridad del campo; típico de las noches Chisdasvintias. De pronto, Cloroaldo dijo:
Cloroaldo: Parece que ya acabamos con esto...
Hermenegildo: ¿Por qué dices eso, Cloroaldo?
Andrónico: Parece que se escucha la tierra que tiramos
cayendo al fondo, que ya debe estar bastante elevado.
Trigídia: ¡Pues
claro! - dijo la mujer de Andrónico que
había regresado con Englatina trayendo vino para los sedientos trabajadores-.
Nicéforo: Sí, yo también puedo oír el ruido, pero no
puedo ver nada con la obscuridad.
Englatina: Eso es cierto, eso es cierto.
Domiciano: ¡Ya llegaron las cotorras otra vez!
Sandalio: ¿No te parece que el ruido es un poco
extraño?
Hermenegildo: Ahora que lo dices…
Andrónico: Tienes razón, suena bastante raro, ¿no?
Trigídia: ¡Pues
claro!
Nicéforo: Humm… deténganse. Demos una mirada. ¡Englatinaaaa! - gritó - ¡trae una vela!
Englatina: Eso
está bien.
Cuando todos se
acercaron a la orilla del pozo bajo la temblorosa luz de la titilante candelilla,
Hermenegildo y los otros se quedaron totalmente sorprendidos de lo que vieron...
el ruido que oían, era producido por el mismo Hércules, que con cada palada de
tierra que le caía en el lomo, se la sacudía y daba un paso encima de la tierra,
acuñándola con sus pezuñas... Y había
estado haciendo esto con cada palada de tierra que los hombres arrojaban al negrísimo
hoyo del pozo; de una negrura y lobreguez que emula el futuro político de
nuestros pueblos.
Y en un instante,
todo el mundo miró atónito y boquiabierto cómo Hércules de un ágil salto,
alcanzó hasta la boca del pozo, pasó graciosamente por encima del borde, y
salió trotando con la cabeza erguida levantando polvo de tierra con sus cascos
pollinos, y con un tremendo chichón adornándole la frente. Hércules inmediatamente se encaminó
directamente al bebedero de los cerdos que estaba cerca, y bebió hasta que se
hartó.
Después de beber
y de patear el suelo dos veces, se dirigió a ver a Bernardina que estaba con su
hermana Santupalancia, que por cierto era una diosa de vaca con una ubre
divina, y unas ancas que cualquier yegua se las envidiaría; y que podía abrir
de par en par unos ojos adornados con unas cepilladas pestañas más ampliamente
que cualquier vaca del Condado cuando estaba ejecutando "aquello". Caballerosamente y con gran delicadeza, Hércules
se las desayunó a ambas en perfecto orden y en medio de un festival de alegres
quejidos y rumiadas de vaca. Esto lo
hacía porque Hércules era de Talagante(3). Después se fué a su estaca, se acomodó encima
de una gavilla de paja que descansaba al pie de la estaca, y se durmió
placenteramente.
(3) Talagante es una pequeña ciudad, capital de
la comuna y de la provincia del mismo nombre (¿qué original, no?). Esta localidad se encuentra en la región metropolitana de
Santiago de Chile. La palabra "Talagante"
es una palabra derivada de la lengua Quechua (Talacanta), lo que significa literalmente
"Lazo de Hechicero". El título
de Hechicero era el epígrafe propio del Curaca, o Gobernante de la tribu. Los Quechuas habitaron y dominaron este vallecito
central por encargo del Imperio Inca hasta la disruptiva llegada de los
españoles. Con respecto a lo del
burro... es otro cuento.
Domiciano: ¡Jodío animal! ¡P'a lo único que sirve la bestia ésta es p'a
culiar vacas inocentes! ¡Que lo parió!
Hermenegildo se
encogió de hombros sin decir nada, se dió media vuelta, y enfiló hacia su pago.
Y aquí acaba la
historia de Hércules. Lo que importa de
la historia es sólo lo que podamos aprender y estrujar de ella. Muchas veces la vida nos va a tirar tierra, lodo,
piedras, y todo tipo de porquerías... Nuestros conocidos hablarán de ayudarnos, pero
quizá en realidad no les interese, y hasta puede que te empujen más hacia abajo
en el hoyo, porque muchas veces, los seres humanos cuando no están un milímetro
por sobre el simio, están un largo centímetro bajo el cerdo. Esto te hará sentirte solo, abandonado, sin
amigos, sin salida…
El truco para
salir del pozo es sacudirse la bazofia y la mierda que la vida te arroja, y
usarla para dar un paso hacia arriba, aunque sea un pequeño paso a la vez. Toma cada uno de los problemas y las
situaciones difíciles de tu vida como un escalón hacia arriba, hacia la boca
del pozo. Si no te rindes y tratas,
podrás salir de los pozos más profundos, y así construirás tu carácter.
Cuando uno evoluciona, también crea
evolución a su alrededor. Eres libre
para tomar decisiones con coraje, desprendimiento y a veces; con una dosis de
locura. Aprender es envolverse en el
mundo de lo desconocido. No tengas miedo
de esto, ni miedo de cambiar, atrévete a desafiarlo todo. Insiste una y otra vez sin cansarte, recuerda
que sin determinación se puede perder una batalla que ya parecía ganada.
Nunca te des por vencido, siempre empieza
de nuevo y nunca te olvides de lo que quieres y de lo que eres. No tengas miedo de equivocarte, de cometer
errores y de saber que es necesario se humilde para aprender. Ten paciencia para encontrar el momento
adecuado para actuar. El mundo está en
las fuertes manos de aquellos que sueñan, de los que tratan, y de los que
corren el riesgo de vivir sus sueños.
Recuerda que aquel que no se arriesga, no cruza el río, y que camarón
que se duerme, se lo fornican los sapos.
Tu valor como ser humano no cambia bajo ninguna de las efímeras
circunstancias que cruzan tu camino a diario.
El valor de Hércules el burro, siguió siendo el mismo mientras estaba en
el pozo y cuando estaba fuera de él.
Tú eres esto y mucho más, simplemente
porque eres un ser humano, y además; tu valor no es solo el que te asignan los
demás, pero es principalmente el valor que tú te asignas a tí mismo. Lo más importante de esto, es que en esta
incolora historia hay envuelto un
concepto que si no es el más brillante, es el agente más diligente y
dinámico del éxito: la Perseverancia.
La Perseverancia es una facultad que
desarrollan los hombres que están conscientes del potencial de su poder
interno; aquellos que por virtud de la convicción que tienen en sus propios
méritos y capacidades, obtienen generalmente el logro de éxitos notables y de
numerosas consecuciones fructíferas.
Perseverancia no es ni más ni menos que el triunfo de la fuerza de
Voluntad sobre las falacias de sí misma.
Pocas personas nacen en una cuna de oro, empero;
todos y sin excusa pueden aspirar a conquistar fortuna en sus vidas, esto a través
de una secuencia continua de esfuerzos racionales y de un gran atrevimiento personal. Aquí no hay espacio para flojedad, indecisiones,
pereza, desmadejamiento, o excusadas debilidades; porque el poder de voluntad
sin perseverancia ni método, no puede existir.
En esto tampoco hay zonzos milagros envueltos ni la fantasiosa y
fachendosa intervención divina; esto es puramente una realidad humana alcanzable
y palpable que se llama claramente: Perseverancia. Hércules y los espermios, son tremendamente
perseverantes.
El Loco