Los resultados arrojados por un
estudio realizado por la Universidad de Massachusetts en el año 2002, establecen
que el 60% de los adultos no pueden tener una conversación de más de diez
minutos sin mentir por lo menos una vez. Este porcentaje suena mejor de lo que
realmente es: aquellas personas en el estudio actualmente mintieron con un
promedio de 3 embustes durante su breve conversación. ¡Aparentemente estamos jodíos! ¿Qué cosas, no?
Los expertos dicen que todo se
reduce a las arenas movedizas del “yo” y a tratar de lucir bien tanto para
nosotros como para los demás.
El concepto de “yo” (y su étimo latino: ego)
es un término difícil de definir debido a sus diferentes acepciones. A lo
largo de la historia su definición se ha relacionado con otros términos
como psique, ser, alma, conciencia. La aproximación académica hace precisiones
según la disciplina desde la que se enuncie.
El estudio del “yo” abarca tanto
disciplinas de orientación biológica tales como la psicobiología, la
neurobiología, la neuropsicología, etc., como disciplinas de corte
filosófico y humanista. El término “yo” se
relacionaría con los conceptos de conciencia y cognición. Aquel que tiene dos personalidades no
tiene dos “yo”, de otra forma éste sería un “yo-yo”.
La inclinación a mentir "está relacionado con la
autoestima", dice el psicólogo Robert Feldman de la Universidad de
Massachusetts. "Encontramos que tan pronto como las personas sienten que su
autoestima se ve amenazada, inmediatamente comienzan a mentir en niveles más
altos". Esto es como un placebo mental. ¿Qué
cosas, no?
Pero no todas las mentiras son
dañinas. De hecho, dicen algunos
investigadores que a veces mentir es el mejor enfoque para proteger la
privacidad, a nosotros mismos y a otros de la malicia. Algunos engaños, como la jactancia y la
mentira en nombre del tacto y la cortesía, pueden clasificarse como poco
graves. Pero las mentiras descaradas (como
las que a veces dice usted, ya sea que impliquen dejar de lado la verdad o
poner algo falso) son dañinas. Éstas
corroen la confianza y la intimidad, las que son literalmente el pegamento de nuestras
sociedades.
Engañándonos a nosotros mismos
Estudios muestran
manifiestamente que muchos animales se envuelven en prácticas de decepción, o
engañan deliberadamente a otros animales, pero solo los humanos estamos
diseñados para engañarnos a nosotros mismos y a los demás. La investigación del psicólogo Robert Feldman muestra que la gente está tan
comprometida con la gestión de cómo les perciben los demás, que a menudo no
pueden separar la verdad de la ficción en sus propias mentecitas. Y Pinocho no tiene nada que ver con esto.
Por ejemplo, en un
experimento, Feldman juntó a dos personas que no se conocían previamente en una
habitación. Su conversación fué grabada
en video mientras que estos conversaban.
Más tarde y de forma independiente, se les pidió a cada uno que vieran
la cinta e identificaran cualquier cosa que hubiesen dicho que no fuese del
todo precisa.
En lugar de definir
la conversación como mentira, y evitar el tono y peso moral de la palabrita,
los investigadores de Feldman simplemente le preguntaron a los sujetos después
de su conversación que identificaran todo lo que habían dicho en el video que
"no fuese del todo exacto".
Inicialmente, cada
sujeto expresó que lo que había dicho era completamente exacto, per al verse a
sí mismos en el video, los sujetos se sorprendieron genuinamente al descubrir
que lo que habían dicho are algo inexacto.
Las mentiras iban desde fingir que querían a alguien que en realidad no
les gustaba, hasta afirmar falsamente ser la estrella de una banda de rock.
Este estudio, el que
fué publicado en el Journal of Basic and Applied Psychology, encontró que el 60%
de los participantes habían mentido al menos una vez durante una conversación
de solo 10 minutos, diciendo un promedio de 2.92 “inexactitudes”.
"La
gente miente casi reflexivamente", dice Feldman. "No piensan en ello como parte de su conversación
social normal". Pero la investigación mostró lo contrario.
Feldman opina que lo que hacemos
al hablar así, no es tanto el tratar de impresionar a otras personas; sino que
de mantener una visión de nosotros mismos que sea consistente con la forma en
que nos gustaría que fuésemos. Queremos
ser agradables, hacer que la situación social sea más fluída o más fácil, y
evitar insultar a los demás por desacuerdo o discordia.
Lo curioso de los resultados de
este experimento, es que muestra que los hombres no mienten más que las
mujeres, pero tienden a mentir para verse mejor. La diferencia radica probablemente en que las
mujeres mienten para que la otra persona se sienta mejor. En una investigación similar y paralela
relacionada con entrevistas de trabajo, se descubrió que las personas extrovertidas
tienden a mentir más que aquellas que son de un carácter más introvertido.
Feldman asevera que los individuos deberían ser más consecuentes con el
grado en que tienden a mixtificar, y la honestidad todavía produce relaciones personales
y grados de confianza más genuinas hacia el prójimo. Aprender a mentir es una etapa natural en el
desarrollo infantil, y los impúberes se convierten en mentirosos más serios y
melifluos a medida que crecen.
Mentiras en el lugar de trabajo
Otra investigación realizada por
Jennifer Argo de la Universidad de Alberta, Canadá; examinó más profundamente
las bases de la prevaricación* en el lugar de trabajo. Las amenazas a nuestro sentido de identidad y
a nuestra autoestima resultan ser factores determinantes cuando se trata de
mentir a los compañeros de trabajo en lugar de hacerlo a extraños. En otro estudio reciente de la que fué
coautora, demostró que las personas en general están aún más predispuestas a
mentirle a sus compañeros de trabajo, que a los extraños.
El factor determinante de esta
actitud es que queremos lucir bien cuando estamos en compañía de otros, especialmente
enfrente de aquellas personas que nos importan, y mentimos para, consciente o inconscientemente;
proteger nuestra autoestima y estatus en el grupo.
El experimento consistió en poner
a un sujeto en un escenario, diciéndole que había pagado más que otro compañero
de trabajo por el mismo automóvil nuevo. Cuando el compañero de trabajo en este
escenario, mencionó lo que habían pagado, $200 o $2,000 más en diferentes
versiones del experimento, se le pidió al sujeto que diese su opinión sobre
este escenario.
Argo descubrió que sus sujetos
estaban más dispuestos a mentir cuando la diferencia de precios era pequeña y
cuando hablaban con un compañero de trabajo en lugar de hablar con un extraño.
En general, se ha descubierto que los consumidores mienten para proteger
su identidad pública y privada, escribió Jennifer Argo en el Journal of Consumer Research con sus colegas
de la Universidad de Calgary, y la Universidad de British Columbia. Argo señaló que estaba sorprendida de que las
personas estén tan dispuestas a mentirle a alguien que conocen, incluso por una
pequeña discrepancia de precios.
Esto está estrechamente relacionado con que las personas aparentemente
se encauzan en el corto plazo en engañar a alguien, solamente para salvaguardar
su autoimagen y autoestima en el momento presente. El riesgo con esto es que en el futuro, si la
persona mentida se entera de la verdad, esto puede tener consecuencias a largo
plazo para el embaucador. ¡Por eso es
que los mentirosos deben poseer excelente memoria!
Nadie hace hincapié en que el sueldo es una mentira, ¿no lo cree usted?
Nuestra humanidad
Es obvio y claro que nuestra naturaleza humana está pifiada. Figuradamente, la historia de la humanidad
está riada de mentirosos astutos y experimentados como la mendaz prensa y televisión
americanas. Cuantiosos delincuentes
mienten y elucubran falsedades para obtener retribuciones ilegales, tal como lo
hizo el fraudulento financiero Bernie Madoff durante muchos años.
Este sinvergüenza habitual les escamoteó miles de millones de dólares a
inocentes inversionistas hasta que su plan criminal falló. La más sobresaliente mayoría de los tramposos
son los políticos ignorantes y desgraciados, los sacerdotes pedófilos y
degenerados en general, y los cuentistas abogados deshonestos. Esta basura se encuentra a la cabeza de la
competencia petate en las praderas del engaño y las vastedades de la mentira.
Usualmente, los individuos mienten para encubrir comportamientos
erróneos, tal como lo hizo el nadador estadounidense Ryan Lochte durante los
Juegos Olímpicos de Verano en el 2016 en Río de Janeiro, Brasil; diciendo que él
y sus compañeros de equipo habían sido asaltados y robados a punta de revólver
en una estación de servicio. El hecho
real fué que Lochte y sus compañeros, alta e irresponsablemente intoxicados con
alcohol después de una fiesta, quienes fueron arrestados por guardias de
seguridad armados después de destruír e infligir grandes daños a propiedad privada.
Estos pseudólogos* ganan notoriedad por
el nivel de atrocidad, descaro o por lo dañina que sean sus calumnias e
imposturas.
Resulta que mentir es algo en lo que la mayoría de nosotros somos muy
expertos, incluídos los Papas católicos a través de la historia. Mentimos con gran facilidad, en formas grandes
y pequeñas, a extraños, a compañeros de trabajo, a amigos y a nuestros seres
queridos. Por ejemplo, les decimos a
nuestras esposas que queremos a nuestra suegra.
Y decimos esto sin arrugarnos. Las
buenas (o malas) noticias es que nuestra capacidad de deshonestidad es tan
fundamental para nosotros como nuestra necesidad de confiar en los demás, lo
que irónicamente nos hace terriblemente inútiles para detectar mentiras.
Desgraciadamente el ser mentiroso es un estado natural el que está estrechamente
interpolado y engranado en nuestra propia estructura mental, tanto es así; que
es honesto y sincero decir que mentir, es humano. Pero es divino también. ¿Qué cosas, no?
Ubicuidad*
La universal omnipresencia de la mentira fué documentada
sistemáticamente por primera vez por Bella DePaulo -hace más de 20 años atrás-,
una psicóloga social de la Universidad de California en Santa Bárbara,
California. DePaulo y sus colegas les pidieron
a 147 adultos que mantuvieran cuenta durante una semana cada vez que intentaran
engatusar a alguien. Los investigadores encontraron que los sujetos mintieron
en promedio de dos veces al día.
La mayoría de estas falsedades eran inocuas, con la intención de ocultar
las deficiencias de uno o proteger los sentimientos de los demás. Algunas mentiras eran excusas: un sujeto
atribuía el hecho de no sacar la basura de su casa al no saber a dónde tenía
que llevarla, a pesar de que ya llevaba viviendo 17 años en la misma casa.
Sin embargo, otras mentiras, como la afirmación de haber estado en una
guerra; tenían como objetivo presentar una imagen falsa. Si bien se trataba de transgresiones menores,
un estudio posterior de DePaulo y otros colegas que incluyeron una muestra
similar indicó que la mayoría de las personas, en algún momento, han dicho una
o más "mentiras serias", ocultando una aventura de un cónyuge, por
ejemplo, o haciendo falsas reclamaciones en una solicitud de universidad.
El problema que yo le veo a este estudio, es que no sabemos si los
sujetos envueltos en él mintieron acerca de los resultados. Somos todos mentirosos, ¿no? Entonces la validez de este estudio puede que
sea falso o deceptivo. Por lo tanto y consecuentemente,
no hay ninguna diferencia entre escuchar las indecentes añagazas que un
fraudulento fraile nos esputa* desde un moralmente sucio púlpito, y las
mentiras que un criminal produce para salvar su licencioso pellejo.
El que los seres humanos ostenten un dudoso talento para engañarse los unos
a otros, no debería sorprendernos en absoluto. Esta ambigua habilidad es quizá de origen
genético. Los investigadores especulan
que la mentira como norma de comportamiento, surgió poco después de la
aparición del lenguaje. El lenguaje
ofrece la capacidad de manipular a otros sin usar fuerza física o
violencia. Esto factiblemente ha conferido
una admirable ventaja en la competencia por recursos, muy similar a la
evolución de estrategias fementidas* en el reino animal, como por ejemplo, el
camuflaje*.
Con un arte de mentir apropiadamente desarrollado, es muchísimo más
fácil obtener poder comparado con otros modos de hacerlo. Es mucho más fácil y menos riesgoso el obtener dinero o riqueza de alguien usando elaboradas
mentiras, que golpear a alguien en la cabeza o asaltar un banco.
Las escusas normalmente son mentiras.
Las que no lo son, son razones.
Cuando nos levantamos tarde y no podremos llegar a tiempo a nuestros
trabajos, mentimos echándole la culpa al tráfico, a un accidente automovilístico
que bloqueó nuestra pasada, a que la electricidad se había cortado, a que tiene
un hijo enfermo, que el bus no paró y lo dejó plantado, o que al carburador de
su automóvil le dió peritonitis. Diremos
cualquier mentira para justificar nuestra irresponsabilidad, pero muy raramente
diremos la verdad en este tipo de situaciones.
Como la mentira ha llegado a ser reconocida como un rasgo humano
profundamente arraigado, los investigadores de ciencias sociales y los
neurocientíficos han tratado de iluminar la naturaleza y las raíces de este
dañino talento. ¿Cómo y cuándo
aprendemos a mentir? ¿Cuáles son los fundamentos psicológicos y neurobiológicos
de la deshonestidad? ¿Dónde le ponemos coto a este comportamiento?
Las investigaciones nos dicen que somos propensos a creer algunas
mentiras, incluso cuando son claramente contradichas por evidencias claras. Estas ideas sugieren que nuestra propensión a
engañar a los demás y nuestra vulnerabilidad a ser engañados, son especialmente
importantes en la era de las redes sociales. Nuestra capacidad como sociedad para separar
la verdad de las mentiras se encuentra bajo una amenaza sin precedentes,
especialmente para los “milenials”.
Veamos...
Hay dos cosas que podemos decir con absoluta seguridad sobre los tristes
seres humanos: nuestros dedos opuestos, los pulgares; nos dan una ventaja
extraordinaria para usar herramientas.
Me pregunto: ¿por qué solo tenemos uno en cada mano entonces?, y la
segunda cosa es que todos somos grandes mentirosos. ¡Ha! A
los cuatro años, el 90% de los niños han comprendido y aprendido a manejar
eficientemente el concepto de mentir. Y a partir de esa edad, empeora.
¿Qué tan malo es? Según un estudio hecho en el año 2002 por la
Universidad de Massachusetts, actualmente el 60% de los adultos no pueden tener
una conversación de diez minutos sin mentir al menos una vez. Sé que estás leyendo esto ahora mismo pensando
y creyendo que tú eres parte del 40% que no miente. Eso es lo que también pensaron los mentirosos
en el estudio cuando escucharon sus conversaciones grabadas. Éstos se sorprendieron por la cantidad de
mentiras que habían dicho. ¿Qué cosas,
no?
¡La verdad de la mentira es que les mentimos a todos! Nuestros padres se llevan o se han llevado lo
peor, esto de acuerdo a The Day America Told the Truth, una publicación de
James Patterson (un autor y filántropo norteamericano). Petterson dice que un 86% de nosotros les miente
regularmente a nuestros padres, seguidos de cerca por nuestros amigos a quienes
les mentimos un 75%.
A nuestros hermanos o hermanas les mentimos alrededor de un 73%, y
a nuestros cónyuges con un diogénico* 69%. Pero por lo menos, en general mentimos acerca
de asuntos que no son realmente importantes, pequeñas cosas que creemos que nos
harán lucir mejor o más agradables (a no ser la susodicha sea una suegra).
En una encuesta realizada por una compañía británica que arrienda películas,
el 30% de los clientes encuestados mintieron cuando se les inquirió si habían
visto la película: “El Padrino”. El
asunto es que El Padrino es una película clásica, por lo que asumimos que todos
la han visto, por lo tanto le creemos a cualquiera que nos diga que la han
visto; sea esto cierto o nó.
Como queremos conectar y encajar socialmente, decimos una pequeña
mentira a la que llamamos equivocadamente “una mentira blanca”. Esto a su vez hace que otros piensen que todos
han visto la película y, antes de que darnos cuenta, 3 de cada diez personas
están tratando de mantener una conversación dióptrica* sobre este filme clásico
sin tener la más peregrina idea de lo que están hablando, pero asintiendo
cuando alguien que ha visto la película hace un comentario sobre una parte de
ella.
Pero a veces desgraciadamente mentimos sobre cosas que son importantes.
Según un cálculo basado en los
resultados de varios estudios, el 40% de las personas mienten en sus hojas de
vida o “curriculum vitae”. Si bien esto
es algo que los empleadores se tragan sin verificar pero que deberían tener en
cuenta, es peor si usted es parte del 30% de los usuarios de Internet que
buscan amor en un sitio de citas donde el amor no existe, y donde la gran
mayoría de sus amigos imaginarios viven.
Según un prolongado estudio realizado por el magazine Scientific
American, un 90% de las personas que buscan una cita en línea mienten
descaradamente en su perfil. La mayor
mentira contada por las mujeres es sumamente obvia; de promedio, las mujeres
afirman que pesan por lo menos 6 kilos menos de lo que realmente pesan. No dicen que las patas de sus camas tienen
várices por el peso. Y por supuesto,
mienten acerca de su edad. Esto prueba
que no hay ninguna mujer vieja.
Los hombres por otro lado, hacen uso fraudulento de sus perfiles
para tratar convencer a los otros de que son más altos, más buenmozo, más ricos
y/o mejor educados de lo que realmente son.
Aquí es cuando uno vá de flaite a profesional instantáneamente porque el
papel y la Internet resisten cualquier cosa escrita. ¿Qué cosas, no?
Pero bien, antes de que usted jure que nunca más en su vida volverá
a confiar en nadie, reflexione sobre esto: un estudio realizado por la
Universidad de Toronto descubrió que, en realidad; son las personas más
confiables las que mejor pueden saber cuándo se les miente. Esto es lo opuesto con los degenerados
mentirosos del púlpito.
Otras mentiras
“Mentira” también es una
canción compuesta por el chileno Buddy Richard en 1982 y fué un gran éxito
internacional para el cantante, compositor y musicólogo nicaragüense Hernaldo Zúñiga
y, casi simultáneamente, también significó un gran éxito para la argentina
Valeria Lynch. Esta canción fué
compuesta por Buddy Richard para participar en el concurso televisivo chileno
de 1982 "Aplausos" en el Canal 13, el que ganó con esta trova.
Hernaldo dijo (¿se acuerda de Hernaldo?) "Lo escuché en la transmisión de un concurso
musical en Santiago, Chile, mientras estaba sentado en la habitación de un
hotel". ¿Será verdad esto? Después de esto, Hernaldo hizo la primera
versión grabada de esta canción la que apareció en un disco en su álbum de 1982
titulado "A Tanto Fuego". Si
no me cree, pregúntele a “Florcita Motuda”.
La mentira más popular entre las
mujeres es cuando le dicen a otra mujer: “¡Que bién te ves!”. Y ni siquiera se arrugan para decirlo. ¡Lo peor es que la otra se lo cree! Por eso es que las mentiras funcionan. Y claro, los hombres no mienten, solo emiten
respuestas imprecisas.
Una cosa más...
Para cerrar, les ofrezco mis
resoluciones para este nuevo año:
- Haré que sucedan cosas buenas para otras
personas, para aquellos aquí ahora; y para los que vendrán después de mí.
- Cuando las cosas se pongan difíciles y me
cueste cumplirlas, me recordaré a mí mismo que puedo lograr cualquier cosa
con tiempo, esfuerzo, paciencia, capacidad de recuperación, y resistencia.
- Cuando mi situación no sea la mejor, haré
lo mejor posible con lo que tenga a mi alcance.
- Seré ingenioso y responsable.
- Voy a superarme como persona y esperar más
de mí.
- Estaré obligado a este mundo y a la gente
en él.
- Y finalmente, correré más rápido que mis sueños
para poder atraparlos, porque mientras más dé, más disfrutaré mi vida.
____________________________
Et sub Glossarium Glossarium – (Cum amore legentibus)
Camouflage – Esta
palabra francesa significa el uso de cualquier combinación de materiales,
coloración o iluminación para el ocultamiento, ya sea haciendo que los animales
u objetos sean difíciles de ver (crypsis) o disfrazándolos como algo más (mimesis).
Diogénico
– Cínico, impúdico.
Dióptrico(a)
– Transparente.
Esputa – Escupe. Cuando estaba en el colegio les preguntaba a
mis compañeros: ¿Tu madre esputa? Lo que
oían era: ¿Tu madre es puta? Esto es un
problema que causa la ignorancia del idioma Castellano.
Fementido(a) - Que no tiene fé ni palabra. Es un culto que se refiere a las cosas que
son engañosas o falsas
Prevaricación – La prevaricación, o
prevaricato, es un delito que consiste en que una autoridad, juez u otro
servidor público quien dicta una resolución arbitraria en un asunto
administrativo o judicial a sabiendas de que dicha resolución es injusta y
contraria a la ley.
Pseudólogo – Mentiroso
patológico.
Ubicuidad
- Facultad
que representa a una determinada persona para estar presente en dos lugares
distintos y al mismo momento. La palabra
ubicuidad es de origen latín “ubique” que significa “en todas partes”.
____________________________
Post scriptum et
quorumdam suggestionibus pro futurum: Si hay algún tema
sobre el cual usted quisiera leer mis traumáticas y ligeramente psicopatísticas
opiniones, por favor sugiéralo a: rguajardo@rguajardo.us.
Caveat: Mis opiniones personales pueden resultarle ácidas, demasiado honestas,
corrosivas, irreverentes, insultantes, altamente irónicas, acerbas, licenciosas,
mordaces y de una causticidad filosófica sin límites conocidos por el ser
humano, y quizá no le apetezcan o acomoden intelectualmente; pero es lo que
habrá disponible basado en su pedido.
Gracias.
El Loco