Pregunta...

Apenas el padre de familia llegó a casa muy cansado después de un largo y pesado día de trabajo, después de abrir la puerta de su morada, se percató de que su hijo le esperaba sentado en un sillón del living de la casa.

"Hola hijo".

"Hola papi. Papi ¿cuánto ganas por hora en tu trabajo?" le preguntó con voz tímida el pequeño a su padre, y sin hacerse esperar.

El padre le dirigió una mirada severa de desaprobación al niño, y sintiéndose incómodo y airado por la pregunta, le dijo a su hijo con voz autoritativa:

"Mira hijo, esa información es privada y personal. No me molestes con estas cosas; estoy cansado, y esto no es de tu incumbencia".

"Pero papá" insistió el pequeño "dime por favor cuánto ganas por hora, ¿quieres?"

La reacción del padre fué menos severa esta vez al ver la cándida carita de su hijo, iluminada por un par de sinceros y brillantes ojos; y le dijo un poco incómodo:

"Doce dólares por hora…"

"Papi, ¿me podrías prestar seis dólares?" pidió el pequeño cándidamente con una mirada llena de ilusión.

Al escuchar esto, el padre se enojó y muy molesto por la pregunta le dijo bruscamente a su hijo:

"¿Así que ésa es la razón de saber cuánto gano? ¿Qué te crees que soy? ¿Cómo se te ocurre hacerme una pregunta tan insolente como ésa? ¡Vete a dormir y no me molestes más!".

El niño soltó un gemido, y sin decir palabra se dirigió inmediatamente a su cuarto, se metió en su camita, y se puso a dormir entre sollozos.

Momentos después, el padre reconsiderando su trato para con el niño, se sintió culpable de la forma en que lo había tratado; y pensando para sí mismo se dijo:

"¡Hombre!, después de todo él es solo un niño y no sabe lo que pregunta...".

Antes de terminar su arrepentido pensamiento, se dirigió hacia el pasillo y se asomó al cuarto del niño.

"¿Duermes hijo?" le preguntó cariñosamente.

"No papi, estoy despierto; ¡dime! "

"Aquí tienes el dinero que me pediste" respondió el padre alargándole su mano al niño, y dándole los seis dólares que su hijo le había pedido anteriormente.

"¡Gracias, papi!, espera aquí un momentito por favor".

El niño dió un ágil brinco para bajarse de la cama, y se dirigió corriendo hacia el pasillo. El padre se sonrió sacudiendo la cabeza tratando de dilucidar qué era lo que estaba haciendo su hijo. Unos cortos momentos después, el niño apareció en el dintel de la puerta del dormitorio arrastrando a su hermanita de una mano, la cual todavía se restregaba los ojos para espantarse el sueño.

El niño sentó a su hermanita al borde de su cama, seguidamente se encaramó a la cama y metiendo su manita bajo su almohada, sacó unos billetes arrugados y le dijo a su padre:

"¡Con esto ya completamos doce dólares! ¿Papi, por favor, nos podrías vender una hora de tu tiempo?".

Pregunta: ¿Cuánto tiempo le dedicamos a nuestros hijos?...


El Loco

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