Querida Alicia,
Este es el escrito más difícil y terrible que he hecho.
Alicia, tu inmerecida partida me ha endido otra herida sin fondo en mi corazón y en mi alma la que nunca sanará. Viviré ahora con una abierta herida que sangrará mi vida día tras día.
La semana pasada fuí a Morgantown para recoger a tu madre, la Sra. Shirley Jean Giuliani. En el jardín de su casa, ví el banco adjunto al árbol donde te pedí que te casaras conmigo hace 30 años atrás. El momento fué vívido y terriblemente triste, y 30 años de nuestra vida familiar cruzaron mi mente en unos cortos y agonizantes segundos.
Alicia, me enseñaste a ser un mejor esposo, un mejor padre, y me transformaste en un mejor hombre. Estuviste allí cada vez que necesité apoyo, me proveíste un hombro para llorar y una amiga en quien confiar. Estuviste omnipresente cuando los tiempos difíciles oscurecieron nuestros días para darnos luz y esperanza, y estuviste allí en los momentos felices de nuestras vidas para reír y ser feliz con nosotros. Nos diste tres hijos maravillosos y hermosos con la inusitada felicidad que ellos nos trajeron.
En todos los sentidos, soy un producto de tu desinteresada dedicación como mi esposa. Siempre tomaste ese papel con pasión y lealtad y lo viviste de una manera que solo tú lo pudiste hacer. Fuíste la cónyuge perfecta y una compañera de equipo para mí. Me ofreciste consejos y me animaste cuando lo necesité y me rescataste sin dudarlo cuando caí en el oscuro y profundo pozo de la depresión que la muerte de nuestro hijo Lucas Martino nos dejó.
Alicia, esta despedida me está matando porque te amo mucho, pero lo escribo para poder decirte un triste pero sincero adiós. Quiero expresarte una profunda y verdadera gratitud una vez más por los 30 maravillosos años que pasamos juntos, y el increíble impacto que tuviste en mi vida. De hecho, me diste los mejores años de mi vida e hiciste cada uno de mis días más brillante.
Alicia, eras una persona ideal, una madre ideal, y una esposa ideal, y te pido perdón porque no siempre lo ví. Siempre tomaste el accidente de la vida con mucha dignidad y gracia, con una sonrisa sincera y con una resistencia más allá de las capacidades humanas, siempre haciendo lo mejor de todas y cada una de las circunstancias, sin importar cuán espinosas éstas fueran.
Descansa en paz mi amada Alicia, vé ahora a la infinidad de los espacios siderales donde el tiempo y las fechas no significan nada, libre de dolor y sufrimiento con tu amado hijo Lucas, con tu padre y con los miembros de nuestras familias que ya están allí y están felices de verte de nuevo. Te extraño. No puedo decir más, dejaré que mis lágrimas te digan el resto, porque mis palabras no pueden hacerlo.
Hasta pronto Alicia, hasta que nos volvamos a encontrar. Te amo siempre.
Tu esposo Rodrigo.
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