El "Chuncho" es una escueta y cariñosa palabra que encierra un mundo incontenible pero palpable de respeto, amor, sabiduría, y una inextinguible y cariñosa amistad y veneración para aquellos que tenemos el exclusivo privilegio y el impagable honor de entender, y de conectarnos directa y personalmente con el gran y profundo significado que está contenido apaciblemente en este voquible término. Para muchos de nosotros, esta simple y ligera palabra lleva más peso en sus 7 letras que en las espaldas de Atlas.
Para el beneficio de las almas menos afortunadas es que escribo el siguiente párrafo en un intento de explicar el infinito e ilimitado significado de esta palabra; ya Santa para nosotros.
El más ilustre Profesor de Historia que la comunidad Marista del colegio Alonso de Ercilla jamás ha conocido, y a quién espero que los dioses le guarden para siempre; es nuestro amado profesor don Jorge Gutiérrez. Este portentoso señor no es un simple hombre, él es una Institución, el único superhombre sin capa que ha sido capaz de forjarse sin egoísmo un lugar preponderante en cada uno de los corazones y de las almas de cuanto Marista cruzó sus aulas, sin excepción alguna.
Su nombre de mortal es Don Jorge Gutiérrez Muñoz, pero en el universo Marista es conocido más que cariñosamente como "El Chuncho"(o "El Chunchito" a pesar de que su tamaño físico no tiene absolutamente nada que ver con su tremenda envergadura humana).
¿Y por qué el nombre "Chuncho"? Si mi frágil y adusta memoria no me traiciona, le llamábamos así porque él era un partidario elocuente, un fanático intransigente, y el más efervescente y explosivo miembro de la hinchada del equipo de fútbol de la Universidad de Chile, que tenía como mascota del equipo a un ilustre búho con perspicaces y clarividentes gafas.
Cuando el equipo de la "U" perdía un partido, había que andarse con cuidado en el colegio, porque nuestro amado Chunchito aparecía en las aulas escupiendo lava, respirando fuego, y con los ojos inyectados de magma. Su respiración sonaba como relámpagos en celo, y su airado caminar denotaba un terremoto que la escala Richter no podía medir. El infierno parecía un gélido lugar comparado con las acaloradas expresiones de furia y decepción que emanaban de su frustración con la "U". Para evitar un encuentro peligroso, solo era cuestión de evitar la chispeante columna de furibundo humo rojo que le precedía...
Pero contrario a esto, que no era común para nada porque la "U" casi siempre ganaba los partidos, el Chuncho se preocupaba de sus alumnos con una dedicación y un amor sin paralelo. Nos amaba a todos indiscriminadamente, con fuerza, y sin preferencias por ninguno. Nos coscachaba duro cuando era oportuno, pero también nos abrazaba cuando lo necesitábamos, y siempre nos arrebujaba devotamente en su cobija de amor infinito. Siempre nos dijo que nos consideraba sus hijos, y su venerable dedicación hacia cada uno de nosotros nunca lo desmintió.
Este ilustre hombre, celebérrimo ciudadano y consagrado Marista de alma y corazón ha forjado profundas y bellísimas huellas en cada una de nuestras difíciles vidas mortales y en cada una de nuestras imperecederas memorias ancestrales. El "Chunchulo" - como a veces le llamábamos y no con menos cariño- invirtió su infinita paciencia para forjar parte de nuestras desordenadas vidas, y lo hizo en aquellos pandemónicos días de nuestras edades infernales, cuando éramos "teenagers", cuando vivíamos personificando diariamente el Demonio mismo en nuestras Maquiavélicas y arrasadoras actitudes de pendejos inconscientes y de chúcaras bestias irreflexivas.
A pesar de batirse a diario con demonios jóvenes, irresolutos e hiperkinéticos como lo éramos todos nosotros en aquellos hermosos días, su paciencia para con nosotros siempre perduró, siempre reforzada por esa inquebrantable dedicación a enseñar. Pero su dedicación a enseñarnos fué mucho más allá de la simple y polvorienta Historia de la enredada humanidad, su dedicación fué a enseñarnos a ser Hombres y Ciudadanos, y el Chuncho fué quién puso el más notable significado que conozco endosado al nombre de Atila, que sin duda alguna, era el Rey de los Unos.
Me acuerdo claramente de una mañana cuando nos enseñó a leer el periódico. Llegó a nuestra sala de clases con una sonrisa que le sujetaba los anteojos, y con una gran pila de ejemplares del "Diario El Mercurio" bajo el brazo. Los depositó orgullosamente en su escritorio y profirió: "Para destontarlos un poco más, hoy vamos a aprender a LEER el diario y a darle otro uso aparte de emplearlo para tareas menos dignas en el baño". Ese día descubrimos para nuestra admiración de que el diario era una herramienta ciertamente utilizable, y muchas veces, práctica.
Hoy, a pesar de que no sé si "El Mercurio" todavía existe, y que leo periódicos escritos en lenguajes extraños y forasteros, cada vez que tomo un diario, no puedo contener las memorias de aquella desreglamentada pero iluminante y magistral clase con la cual el Chuncho nos perpetró noble y necesario conocimiento a pesar de nosotros mismos.
Tengo mil historias del Chuncho, pero creo que no hay suficientes páginas en Internet para contarlas todas, así que les dejo solo ésta para que refresquen sus curtidas y volátiles memorias.
No debería ser sorpresa para ti, Chunchito, de que tus "hijos" te recuerden en tan alta estima porque lo que forjaste en nosotros no es común, ni está al alcance de cualquier profesor. Más que profesor, fuíste un Maestro de Maestros para nuestras vidas, y nada puede manifestar mejor nuestro sentimiento común hacia tí, como el Poema que nuestro compañero Alberto Kriz hizo brotar de su alma para compartirlo con nosotros (Me he tomado la libre libertad independientemente libertaria de albedrío propio de publicar aquí este inmortal y hermoso poema de nuestro compañero Alberto Kriz. Espero que Albertito no me demande por derechos de autor):
AL PROFESOR (Del autor: Alberto Kriz)
Rey de los Unos y de los Otros
príncipe de fuegos pedagógicos
gestor de prístinos valores humanitarios que de tu persona heredamos
quiero decirte que apenas cabe en mi corazón la alegría de volver a verte,
mas aún en compañía de esta secuaz cofradía de compañeros,
piratas que hicimos de tu vida en el aula una verdadera proeza de paciencia
y cual salidos de una cueva de bandidos robábamos lo mejor de tu sapiencia,
nosotros, asesinos de la ortografía, la gramática y los números,
cada día que envejecemos, mas te valoramos.
Hoy me pregunto:
qué sería de nosotros sin tu labor generosa ?
que seríamos si no fuere por tu dedicación a sol y sombra
y por la nobleza que de tu interior brota en manantiales
y por tu ejemplo de perseverancia y transparencia …
qué seríamos sin tu aliento constante ?
Dime tú Señor Profesor
enséñame nuevamente el camino
hazme clases una vez mas
sucede que tengo un dulce recuerdo de tus enseñanzas
y ahora que me acerco a tu edad
ya no quiero pasar de curso
quiero ser siempre tu alumno.
Dime tú Señor Profesor,
díctame de nuevo la historia de los hombres
revélame otra vez la magia de la geografía universal
muéstrame la alquimia del Medioevo,
háblame de Teotihuacán y de aquella cultura maya ancestral.
Pero por sobre todas las cosas
dime tú Señor Profesor,
dime tú Chuncho Mayor
después de todo eso
cómo cresta podría olvidarte ?
---Alberto Kriz.
Querido Chunchito, no he tenido la oportunidad de verte últimamente porque las mancomunadas redes de la vida me mantienen ciegamente ocupado, y muchas veces me fuerzan persistentemente a mantenerme alejado de las cosas importantes de mi existencia, y también porque la distancia física que nos separa no es fácilmente salvable. Pero pronto te veré una vez más, reunido con nuestros camaradas errantes del '72 para celebrar a quien considero una de las personas más importantes y más valiosas de mi loca, pero productiva vida.
Cariñosa y respetuosamente para usted Profesor Don Jorge Gutiérrez Muñoz, nuestro amado "Chuncho".
El Loco
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