Del Palacio a la Cloaca

CARTA DE AMÉRICA

Del Palacio a la Cloaca

El dictador Muammar Gaddafi pugnó en desesperación por la última carrera de su vida -y por su vida, escasos momentos antes de tener la oportunidad de poder recitar las matutinas oraciones musulmanas. Lo más curioso del asunto es que Al-Gaddafi y sus fuerzas leales le imploraban y le rezaban al mismo dios al que los rebeldes le suplican en sus oraciones; lo que prueba sin dejar lugar a dudas de que los dioses son completamente ineficientes, o que sin perplejidad, estos tienen marcadas y arbitrarias preferencias. En cualquier caso, esto prueba una vez más de que los dioses simplemente no funcionan.

La meta final de esta desesperada corrida de Al-Gaddafi fué un cobijo de ratas: una sucia y maloliente cloaca, el lugar natural del desperdicio humano. Esto cumple con la profecía de dos adagios populares: "Polvo eres, y al polvo volverás", y "Al que a hierro mata, a hierro muere". Es posible quizá especular también sobre aquello de "perder la carrera de ratas"… Quién sabe. Muammar Muhammad Abu Minyar al-Gaddafi era el nombre de pila del una vez autocrático líder de Libia; sin embargo, no lo es más.

Pero volvamos un poco sobre las huellas de la indolente historia. Al-Gaddafi nació sin bulla, luces ni gloria, y se crió a la sombra en una paupérrima jaima de una despojada tribu beduina dedicada al pastoreo de escuálidas cabras en el desierto cerca de la ciudad de Sirte; una tribu sin fama, celebridad, ni fortuna; así que Al-Gaddafi nació desapercibidamente como uno más de su tribu, un mero pastorcillo arreador de elementales rumiantes; mucho antes de convertirse en el "petrolero" que usufructuó tan descaradamente de una riqueza ajena que nunca fué de su tribu, ni de su propiedad personal.

Este pobre hombre siempre estuvo apurado por vivir. Se llamaba a sí mismo "Coronel" cuando de hecho solamente era un Teniente en 1969 cuando se auto adjudicó violentamente el poder supremo en Libia por medio de las armas. Nunca obtuvo legítimamente un grado superior al de Teniente, pero gracias a la sangre derramada, ascendió instantáneamente de Teniente, a Soberano, a Monarca, a Faraón Interino; y finalmente, al Semi-dios que él pensaba que era; todo esto en menos tiempo de lo que a usted o a mí, nos tomaría bañar a un camello.

Pero el Al-Gaddafi éste era un hombre muy singular, muy especial. Le copió a Julius Caesar el concepto de la "Guardia Pretoriana" con su "Guardia Amazónica", que contrario a las costumbres de Julius Caesar, Al-Gaddafi violaba su guardia femenina cuando él quisiese. Lo más absurdo es que para calificar como Guardiana Amazónica, las postulantes debían de ser vírgenes. Hay que reconocer que Al-Gaddafi tuvo una carrera; aunque no envidiable, de ascensión lumínica: the jaima a Palacio, de burro a Bentley, de pastor a Divinidad, y de humilde chilaba a Histrión forrado en finas sedas.

En una corta y vertiginosa carrera robó tanto dinero como la sangre que derramó, hurtó tantas propiedades como las injusticias que ejerció, afanó tantas posesiones como los abusos que perpetró, acumuló tantos amigos como los que Judas Iscariote llegó a tener, desfalcó tanto poder como el que maneja un amo de marionetas, y cosechó un respeto tan alto de la comunidad internacional como el que se le brinda a un traidor. Sin duda Al-Gaddafi fué un hombre muy ostentoso, y estoy seguro de que su pobre y angustiada madre estaba algo, algo orgullosa de él.

Siempre he dicho que a pesar de la cantidad y de la calidad de los juguetes que hayamos sido capaces de recolectar en la vida, al final del juego; el Rey y el Peón terminan en la misma caja y en posición horizontal, sin importar un bledo la opinión del Alfil. La diferencia en este caso, es que el peón-rey-peón terminó en una cloaca, como la vulgar y vil rata que siempre fué. Derrocado por el infinito amor que le prodigaban los súbditos de su propio pueblo, y por la sempiterna lealtad de todos aquellos a los que amó tan ruidosamente.

Pues entonces, el perpetuo e iterativo círculo del destino se ha cerrado insalvablemente una vez más: de Peón a Rey y de Rey a Peón; de la cloaca al Palacio, y del Palacio de vuelta a la cloaca. ¿Qué cosas, no?

Colofón
Habiendo expuesto lo anterior a modo de una liviana introducción basada en un hecho representativo, pero que a la vez es importantísimo ya que acuña y ejemplariza las vicisitudes de las insondables mareas que sacuden y rigen nuestros tiempos sociales; debemos hacer un paralelo a esto, y usar este crudo ejemplo para construír un análisis más profundo y descubridor sobre los artilugios y las intrigas elucubradas y esgrimidas con la potestad y la firmeza con que se sostiene una Espada Toledana, de las políticas internacionales adoptadas e implementadas por los países europeos y los Estados Unidos de Norteamérica -mi amado país; para torear, adornar elegantemente con Verónicas, justificar las bajezas, o ensalzar las pasajeras glorias de la Humanidad.

No respiren con alivio porque pronto otra vez escucharán mi insolente voz sobre estos elementos, tan naturales y repetitivos en la inmensidad de los transitorios procederes de nuestras humanas existencias.

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