Siempre hablo mucho de la vida porque creo que sé mucho de la vida. Por alguna exótica e inexplicable razón desviada, a veces pienso que sé mucho de la vida. Mientras más edad alcanzo, más aprendo de la vida, y es por esto que pienso que cada vez sé más de la vida. Y como buen y fiel discípulo de Sócrates, concedo sin reservas de que, solo sé que nada sé. También en una forma errada y desatinadamente divagante señalo que alcanzo más edad, lo digo equivocadamente porque yo no puedo alcanzar la edad, sino que es ella la que me persigue y me alcanza a mí, por más rápido que yo corra.
Cuando el Hombre pudo esgrimir su primer vestigio de tenue inteligencia, por allá y desde los albores de nuestra complicada y vieja historia; el Hombre se ha preguntado constantemente estas importantes cuestiones sobre los asuntos que más le intrigan: ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué estoy aquí? y ¿Para dónde voy? Y ha mirado a lo infinito del cielo y en las profundidades de la tierra por respuestas; ha indagado profundamente en el pasado y mirado en lontananza hacia el futuro sin poder encontrar una respuesta que le satisfaga; así que si usted piensa que encontrará alguna respuesta gratificante sobre la propuesta de la vida en este escrito, usted debe estar mucho más loco que yo.
Muchas personas comienzan inadvertidamente sus vidas marcados con un rumbo erróneo impulsado por una deleznable ignorancia inducida. No es la culpa del ser humano el ser tonto, pero sí lo es el ser estúpido. Cuando uno es joven, hay ciertas pandillas que le llenan a uno la cabeza de humo y fantasías de niños basadas en encantamientos y sortilegios infundados; pero es nuestra obligación y responsabilidad moral y de Hombre el despejar esas nubes hechas de cortinas de ignorancia supernatural tapizadas de celajes y de fraude, y descubrir la verdad en la realidad.
Una pregunta implica una respuesta y por eso, coexistiendo con el interrogador, encontramos una clase de "Voluntarios" que nacen de la nada y que se han asignado a sí mismos el negocio de responder las interrogativas. Y como pago parcial por contestar a estas preguntas, el hombre que contesta vive e expensas del hombre que pregunta, y también obtiene títulos, honores, ornamentos con el valor de cuentas de colores, joyas, y otros banales obsequios. Además de esto, el "Voluntario" que contesta se ha declarado evidentemente exento de todo el trabajo útil e inteligente. Este "Voluntario" es nuestro teólogo.
Lo que no me explico es, ¿cómo es la gente actualmente cree que todas estas tonterías son verdades? ¿Cómo es posible que un ser humano capaz de obtener una carrera, capaz de manejar un automóvil, capaz de organizar una empresa, capaz de resolver problemas, capaz de comunicarse, leer y escribir; crea en la historieta de Adán y Eva? ¡Simplemente pasmoso! Quizá sea más sensato el aprender todas las muchas religiones para así escapar la intratable esclavitud de una. Lo peor es que a nuestros niños se les sigue lavando el cerebro con esta basura, y estos hombres "inteligentes" permiten voluntariamente estas aberraciones en contra de su descendencia. Quizá el vivir lo patológico sea un estilo de vida.
No voy a responderle aquí sobre propuesta de la vida, empero, le alborotaré el alma y le soliviantaré el espíritu en una forma sutil, insolente y peligrosa con la sola intención de que usted piense por sí mismo acerca de la respuesta sobre la vida, y no abandone su inteligencia ni su sentido común a las baladíes y vacías palabras berreadas por el prelado de la ignorancia. Usted tiene un cerebro y espero que lo use en su honesto beneficio porque la mayoría del conocimiento verdadero del Hombre viene de sus preguntas sin contestar, porque le obliga a seguir buscando por las ausentes respuestas, y durante esta jornada, deducir el conocimiento real. En términos clericales, acuérdese de que el Hombre no comenzó a crecer como tal, sino hasta que fué expulsado del "Edén"; y esto, porque la acción resuelve lo que la teoría no puede. Teología y religión creen que preparan al Hombre para morir; ciencia lo prepara para vivir.
El alcanzar las respuestas no reside en escalar las apiladas montañas de Aloidae en las faldas del Monte Olimpo, ni la Torre de Babel en las planicies de Shinar, ni la Pirámide de Cholula en Puebla, ni visitar a Setebos en la Patagonia; ni tampoco necesitamos otros mil cuatrocientos años de Obscurantismo impulsado por la religión y la teología bloqueando la ciencia y el progreso; sino que lo que necesitamos es descubrir y discernir la lógica y el sentido común camuflada por la fantasía. Al creyente de lo teológico no se le puede preguntar en frente del teólogo si cree en teología. ¿Por que se dirá usted? La mejor respuesta es quizá otra pregunta. Cuando se le pregunta a un esclavo en frente de su dueño si quiere ser libre, ¿cuánto vale su respuesta?
El intelectualismo no cree en fantasmas, entonces es desafortunado el que a los niños víctimas del creacionismo religioso se les infecte con falsedades cuando la realidad y la verdad son tan hermosas y claras. La realidad y la verdad tienen un poder todavía más mágico que el ignorante concepto del creacionismo místico, que a la postre, no es más que un barato producto intelectualmente ciego y hecho de inanes fetiches y coloridos talismanes mentales. Seiscientos años antes de Cristo, el griego pre-Socrático y profesor de Pitágoras, Anaximander (610 - 546 AC); enseñó que la vida animal se engendraba desde la tierra a través de la influencia de la humedad y la temperatura, y que esa "vida" generada en esta forma con tiempo y gradualmente, evolucionaba hacia diferentes y más altas formas de vida. Esto incluía al Hombre. Pero entonces las religiones arbitrariamente inventaron y les calificaron de "pecados" para poder combatir estas creencias que iban en contra del creacionismo ciego, y pasaron leyes para suprimir a estos pensantes y sus ideas, y penalidades para eliminar a sus defensores, todo en el "nombre de los dioses". Anaxágoras (500 - 428 AC), el gran maestro de Pericles, hizo declaraciones similares a las de Anaximander, con los mismos resultados. De acuerdo a la ciencia moderna, Anaximander estaba muy cerca del camino de la verdad.
Los hombres que han beneficiado más al mundo a través de la ciencia; casi sin excepción, han sido menospreciados por el linaje frailesco. Ciencia es la búsqueda de la verdad, pero teología es un mecanismo para adjudicarse poder a través de la explotación de la ignorancia. Por eso es que Charles Darwin fué el terror de los dioses establecidos y la Peste Bubónica para el clérigo, quienes ambos; huyen en pánico de esta arma infernal: "El Origen de las Especies". Otro enemigo público de la religión es Friedrich Nietzsche porque le quitó sin misticismos los tapujos a dios. Un simple aparato que destronó a los dioses fué la luz eléctrica, la cual le quitó sin suntuosidad el monopolio de la luz a dios. Se establece entonces de que la religión necesita a gente crédula para poder vender lo absurdo, y que la ciencia requiere de gente escéptica que lo cuestione todo.
En Psiquiatría y como se le define claramente y sin evasividad en el manual "Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM)", la biblia de la Psiquiatría; a la apócrifa e ilusoria creencia de "algo" que no se basa en la realidad o que no existe, se le denomina Desorden Delusional, un gravámen considerado una severa y perniciosa "enfermedad mental". De acuerdo a esto, la mayoría de la sociedad entonces sufre de esta enfermedad basada en que creen en lo "divino". ¿Qué hace que ésta pestífera enfermedad mental sea aceptable y la inconexa excepción aceptada por los inarticulados e incongruentes preceptos propugnados por los súbditos de las religiones? Confórmese usted mismo con su respuesta.
Pero, ¿qué sé yo acerca de la vida? Antes de contestarme esta filosófica e intoxicante pregunta, quiero repasar y repetirme algunos de los gélidos conceptos nacidos y vociferados en las vastas estepas de las locuras de mis cortos pensamientos gnoseológicos. Estos intermitentes pensamientos que afloran del fondo de mi vida en estentóreas y desordenadas erupciones, como una manada de caballos maniáticos queriendo escaparse del nuclearmente glacial e impávido invierno que les apresa en las descuidadas garras mi alma.
Siempre he pensado y sentido de que cuando estoy muy ocupado, la vida se me escapa más aprisa y en formidables y ruidosos hervores; pero si no lo estoy, siento que estoy desperdiciando miserablemente importantes pedazos mi vida. Es un problema de dos caras, pero que ninguna de ellas se dá abiertamente. Si la vida es corta, mi vida, creo que la verdadera ciencia del vivir es una materia difusa, y el arte de vivir es largo, pesado, y se hace más impreciso cada mañana. Una moneda no sabe si tiene dos caras, porque ninguna de las dos puede ver la otra. Hay que tomar cada cosa en la vida como que es simple y únicamente para nosotros, por más común que éstas sean. Las mismas cosas les pasan a todos, pero con diferentes y variados resultados. ¿Un ejemplo? Adán, Guillermo Tell, e Isaac Newton tuvieron un encuentro personal con la famosa manzana, pero los resultados de estos encuentros todavía no pueden encontrar un parecido entre ellos.
Pienso que mi vida será larga solamente si la sé aprovechar; el tiempo que tengo disponible no es nada de corto; lo que sucede es que pierdo mucho de él en fatuas diligencias sin valor, en luengos rasgones de tiempo sin cronómetro, en improductivas actividades que no puedo reciclar. Creo que el tiempo que actualmente logro vivir apropiadamente es solo una porción pequeña del pañol de años que mi vida lleva de reserva en su estanque, porque el resto de lo que hago no es vida, sino espacio vacío y tiempo traspapelado.
¿Cuántas veces un efímero instante de licenciosa libertad me ha dejado pagando el alto importe de una eternidad frecuente y perpetua? Esto fué como querer medir mi vida con la Cadena de Gunter. Aprendí apurado y quizá a tiempo, de que es siempre una mala idea y una muy tardía e ineficiente acción el querer comenzar la vida cuando ésta se nos quiere acabar, y trata de escapársenos porfiadamente despidiéndose entre súbitos y carnavalescos ataques al corazón y otros atropellos propios y adecuados de la edad. La vida es muy peligrosa ya que muy pocos la sobreviven, pero hay que construírla con fogosidad y exaltación en cada minuto, porque nada sublime y bello se construye sin pasión y constancia.
Cada cual empuja atropelladamente su vida trabajando febrilmente con el anhelante deseo de lo venidero, y con la vaga e indefinida visión de lo futuro; pero con la gabela del hastío de sus presentes. Yo también hago eso. Muy a menudo. Me ayuda a que el hastío y la saturación del presente sepan un poco menos amargos. Pero tengo que olvidarme de esto, porque los hastíos de hoy, serán los malos recuerdos de mi mañana que pasará muy presuroso porque el presente es infinitamente efímero ya que el presente está contenido solo una vez, y en un solo instante de tiempo.
Si no se puede evitar el fenecer; entonces nunca jamás hay que morir, sino que hay dejar la vida rezagada lejos allá atrás para poder irnos inquietos y presurosos en busca de nuestro próximo destino, uno pintado con más vivos colores. Esto es ejercer control. Nadie conscientemente fija sus ojos en la muerte ni intencionalmente asienta la mira en la fatalidad; todos alargamos nuestras esperanzas más allá de la inevitable eutanasia que algún día nos alcanzará a mansalva, y por eso ansiosamente visualizamos nuestras vidas en la posterioridad infinita.
Algún día moriremos definitivamente y esto no es un milagro, porque aquel que cree en milagros es un estulto enemigo de la ciencia, y esto; porque la verdad reside en la prueba y en los hechos, y no en la imaginación. No debemos simplemente morir, sino que debemos enseñarnos a morir, debemos enseñarnos a traspasar la muerte. Después de todo, ninguna etapa de la vida es tan difícil cuando finalmente la aceptamos.
A veces mi alma vive inviernos nuclearmente fríos durante los cuales yo no sé si me compadezco de mí mismo, de mi frágil e ignorante naturaleza, o me compadezco más de lo que mi vida se empecina en ignorar. Quizá me compadezca más profundamente de lo que finjo ignorar en mi ignaro oscurantismo de la vívida vida. Pero esto siempre es de corta vida porque el dinámico fogón que llevo dentro se encarga rápidamente de incinerar estos vagos y reluctantes pensamientos, que no son nada más que desechos olvidados de aquellos inviernos indivisiblemente fríos que someten mi alma elemental.
Muchas son las cosas que ignoro, muchas son aquellas que remedan mi básica ignorancia, pero mucho más abundantes aún son aquellas que escojo ignorar. Esto siempre será un lastre inevitable y un costoso gravámen que no me dejará elevarme más allá de los límites del vuelo de Ícaro; alas o no. Trabajo duro cada día en este asunto tratando de deshacerme de este odioso contrapeso de mi felicidad. Recomiendo que usted haga lo mismo.
No me deleito en los vicios y las malas costumbres, y nunca los uso como excusa y argumento para alcanzar mi felicidad. Tampoco me abandono al ocio, porque ocioso es el que conoce y practica el ocio. La única forma de acariciar el ocio en forma responsable se llama: vacación; pero la vacación es fugaz y breve como la idea de dios, y pasa por nuestras vidas; vertiginosa, antes de que la notemos. El ocio es venenoso porque me quita el dominio del tiempo. El ocio disfrazado es letal. Hay muchos que se enredan en el ocio disfrazado, ese que se ocupa fatigosamente en el estudio de símbolos y ficciones inútiles, y que no forja nada. No pierdo mi tiempo pensando si fué primero la gallina, o el huevo; si fué primero el simio, o el hombre pues ya estoy aquí; y eso es lo que cuenta. Las otras cosas no ayudan a la consciencia. Nunca me olvido de que el ocio más letal, es el ocio del alma.
La risa es otro importante factor al cual se le debe administrar con mucha prudencia. La risa -en esencia- es una respuesta involuntaria biológica causada por nuestra naturaleza como respuesta inmediata a un determinado y específico estímulo. Se le ha catalogado como una reacción inconsciente, como un balbuceo lúdico, como un instinto incontrolado, contagioso y exuberante que raramente se produce en soledad. Esto es importante porque si usted se está riendo solo, ya sabe lo que pensarán los demás de usted, y probablemente estén en lo correcto. ¿Sabía usted de que nosotros no podemos reírnos antes de los cuatro meses de vida? Sonreímos sí, pero no nos reímos. La risa también es considerada por los neurobiólogos expertos en la materia como una forma de comunicación social innata entre los simios. En otras palabras, la risa puede ser peligrosa si no es administrada con recato. Yo tengo mucho cuidado con la risa, especialmente por el hecho de que la risa abunda en la boca de los tontos. La sonrisa me gusta también porque es el representante diplomático de la risa.
Pero hay cosas tan incongruentes e inconexas de la existencia y objetividad humanas que no acabo cabalmente de comprender por más que trato de racionalizarlas. Éstas son incongruencias de la falsa lógica y del vendido existencialismo del ser humano. Por ejemplo, la bancarrota es como la catarsis de la confesión: no importa cuán malamente usted se haya comportado y manejado económicamente, o cuán profundamente usted se haya hundido en el pecado. La solución es muy simple, declara bancarrota o se confiesa; ¡y ya!, terminado y remediado el problema. Ahora, feliz puede comenzar otra vez a hacer lo mismo. Quizá usted no pueda declarar bancarrota otra vez, pero le aseguro de que encontrará prontamente un cura dispuesto a absolver todos sus yerros y excesos humanos; sin importar ni la cuantía ni la profundidad de éstos, sin ningún costo real para usted.
La felicidad extrema es también nociva porque ella me hace correr el peligro de investirme de una gran ceguera humana con respecto al entendimiento de mi propia felicidad. Saber esto es de más provecho que averiguar cuántos de los inmateriales ángeles caben sentados en la cabeza de un alfiler hecho en China. Me desocupo ágilmente de mis mundanas actividades para gozar de una quietud que me permita admitir y adquirir la sabiduría que es válida, aunque ésta sea inmaterial y no ocupe lugar. Esto me permite vivir porque aprovecha mi tiempo y me adueña de mis edades pasadas que no fueron construídas con esfuerzos ajenos, ni erigidas en dominios forasteros. Desde este lejano y solitario punto, puedo vislumbrar claramente los angostos y mezquinos límites de la imbecilidad humana.
No cruzo todos los umbrales de las puertas que se me abren, no franqueo todas las aduanas que me invitan a entrar, ni me detengo a descansar en los abundantes zaguanes que ofrecen un postizo descanso. Tampoco huyo por puertas falsas secretas ni me cubro disimulado con las sombras de la artera noche, porque no es más decente ni moral el engañar que el despedirse. No hay ganancia en disfrazar un bostezo con la boca cerrada.
Soy lo que soy, y no seré de ninguna otra manera. No pude elegir ni a mi madre ni a mi padre, ni a mis hermanos ni al resto de la familia; no porque hubiese querido hacerlo, sino porque; como usted, no tuve la opción. Lo que puedo escoger libremente es la ruta por la que caminaré hasta la meta más ulterior de todas, porque me es lícito vivir a mi albedrío; con o sin responsabilidad. Estas decisiones, arbitrajes y trayectorias que tome me abrirán el camino a la eternidad -si acaso ésta existe- depositándome en una altura desde la cual, no mortal podrá derribarme. Éste es el único medio que conozco para alejar de mí esa mortalidad que me alcanzará el día de una noche en la cúspide de una clara montaña… o en el oscuro fondo del negro abismo de mi alma. Y si a la postre debo morir, no lo haré en el lecho del oscurantismo humano.
Peleo a diario con mi envidia porque sé que mi envidia siempre establece su irreverente morada en lo ajeno, camina en círculos y no me lleva a ninguna parte. Mi envidia envenena y mata mi tiempo presente, y quiere disponer egoísta y dictatoriamente de mi enclenque futuro. Esto irremediablemente me llenaría de congojo, contristaría mi ser, y me acortaría grandemente la vida, y casi inmediatamente después, me acercaría peligrosamente a las filudas garras de mi propia muerte espiritual inducida. Mi envidia me obligaría a olvidarme del buen pasado y descuidaría irresponsablemente mi presente; por eso es que peleo a diario y sin descanso con mi envidia. Pero si no la combato a la envidia, yo sería más imprudente que la imprudencia misma, además, Júpiter no estará a mi disposición para duplicar las horas de mis días cuando lo necesite. Siempre reconozco mis errores antes de que otros los exageren sin justicia.
Debo aprender a vivir honestamente conmigo mismo y recibir con indiferencia los honores y las afrentas del vulgo; porque de otra manera, no podré apreciar nunca lo que es el afecto -bueno o malo- sin desentonada desenvoltura. Las afrentas son como las sombras, apenas una tenue luz las ilumina, desaparecen; y los honores son como la oración, tiene validez sólo para aquel que la recita; y las dos, afrentas y honores, no son más longevos que un eco sin eco. Dentro de cada uno nosotros viven dos bestias salvajes y opuestas, utilitarias y reales. Una es buena y dócil, la otra es cruel y mala; y ambas viven en constante y permanente lucha la una, para destruír a la otra. Al final, ¿qué bestia ganará esta lucha y destruirá a la otra? … la que nosotros decidamos alimentar.
Otro deporte social consuetudinario muy practicado y del que debo de cuidarme mucho, es el insulto. El insulto es un arma gratuita y barata para inferirle ultraje y humillación a otro ser humano. El insulto tiene varias categorías: vulgares, ramplonas, inciviles, desvergonzados, insensibles, y los hay de muchos otros abolengos surtidos que son usados consecuentemente con el nivel de civilidad del individuo que los profiere. Para mí, a pesar de que es una práctica rara en mi personalidad porque prefiero la honestidad en este mercado, sin duda el insulto civilizado es el más apropiado, y para ser conducente en esto, hay que obtener una maestría en el arte de insultar, porque el insulto apropiado, es sin duda un arte.
Dicen que el mejor insulto es el silencio -o ignorar la existencia de su interlocutor- en un magnífico, civilizado y sagaz esfuerzo de minimizar la estatura humana del blanco de su agravio. Pero si no usa el silencio, debe asegurarse de que sus palabras sobrepasen generosamente todo y cualquier valor que devenga un sólido y bien dirigido silencio.
Por ejemplo, si alguien me insultase diciendo -"Tú eres el peor escritor que existe"- no me sentiría insultado en lo más mínimo porque este epitafio común es sólo materia de opinión; y las personas son siempre más importantes y valiosas que las opiniones. Por lo demás, yo nunca me he considerado un "escritor". Pero si alguien me expone -"Usted nunca ha sido conocido por usar una palabra que pueda mandar al lector al diccionario"- eso sería un lamentable vilipendio que perforaría mi integridad moral, civil y sentimental. Después de esto, y si me siento obligado a responder con algo diferente al silencio, solo diría: "Veo que usted todavía está forcejeando con el concepto de caminar erecto, por lo tanto, su ludibrio no me afecta." - sea esto último cierto o nó. Considere el arma del silencio.
Vivo con valentía aunque muchas veces tengo que fingirla, la finjo a menudo porque me rehúso a perder mis días en espera de la seguridad de la quieta noche; y después, quemar mis largas noches con el palpitante temor de vivir el próximo día. La valentía se adquiere y se utiliza a discreción. Para crecer como un ser humano cabal y justo, debo renunciar temporalmente a la seguridad, y desplegar mi valentía como un escudo en frente de las odiosas circunstancias que me invaden, porque el arte de vencer lo he destilado gota a gota del amargo bilis de mis derrotas, y todas mis victorias las he fecundado cuando por fin me atreví a iniciar la batalla, aunque mi lucha haya sido sostenida por mis temores y alimentada por mis dilatados pánicos. Por eso es que vivo con valentía aunque muchas veces tenga que fingirla y así no dejarle espacio al miedo, porque en las horas de desesperanza es cuando puedo medir con exactitud el calibre de mi humanidad y de mi ser.
Para mí nunca ha sido una pequeña ni una rápida proeza evitar el odio. El odio es como el estómago de un cerdo que no admite razón, no discrimina, ni se mitiga con poco, y siempre busca más; y a veces, sin hambre. El odio es una pintoresca y conveniente invención de las religiones que condenan que yo odie a mi prójimo, pero me azuzan incansablemente a odiar a lo demoníaco. Si esto no es doble estándar, debe ser triple.
Creo que la receta de la poción del odio que me tiñó la vida, se cocinó de las podridas estirpes hechas de los empobrecidos escrotos espirituales de abogados deshonestos, políticos falsarios, frailes desorientados, y su insaciable canibalismo ético y moral. Difícil es subyugar mi odio. Es como tratar de calmar al pueblo hambriento con ruegos de paciencia y condescendientes sonrisas sin mostrar los dientes. Por eso es que vivo con valentía, aunque muchas veces tenga que fingirla.
Mientras que por mis venas la sangre caliente se empecine en correr libre, caminaré vigorosamente las veredas de la vida, trataré de ejercer la virtud evitando los baches, voy a trajinar curioso el cultivo del amor, intentaré olvidarme despierto de los insanos deleites, también procuraré perfeccionar hasta los límites en que humanamente yo pueda empujar las artes de vivir muriendo y morir viviendo; y así, quizá logre conquistar un espléndido y emancipado descanso.
Si no hago esto concienzudamente y con un ánimo desmedido, entonces no podré nunca ocuparme de lo mío; dormitaré sueños ajenos, caminaré con pasos intrusos, comeré con el hambre y las ganas de otros; y hasta el amar y el odiar que son acciones tan libres y propias mías, serán irremediablemente ajenas, y habré entonces trabajado arduamente toda mi vida, solo por la insignificante recompensa de un escueto epitafio en mi tumba. Un lánguido epitafio que nunca podrá aferrarse a las memorias de los hombres porque no seré famoso, sino que con suerte; meramente notorio.
Entonces, ¿qué es la vida? Esta ha sido siempre una pregunta difícil para mí, pero más difícil y elusiva ha sido su desconocida respuesta. La vida, contrario a la muerte, no es ajena. La vida me vapulea y me obliga, me destila los días y me acumula las sensaciones, me agota la paciencia y me despierta los sentidos, me disturba los sueños y me riega abundantemente las esperanzas solo para fustigármelas más tarde con una sequía emocional que me recuerde la fragilidad de mi vida. Esto es la vida. ¿Ésto es la vida? ¿Cómo saberlo? Tiene que serlo, y mucho más aún, porque si nó lo es, entonces, ¿qué valor tendría la vida si no es por el irreversible valor de la muerte? La muerte es la supresión de la vida y de la consciencia, pero esto no lo sé a ciencia cierta porque todavía no he experimentado mi propia muerte, a pesar de que la muerte me ha seguido de cerca muy empecinada, y colgada de mi nuca desde que nací.
Algunos por ahí dicen que La Vida es Sueño… pero quizá se refieran solamente a concepto de la libertad con respecto al destino… al final, creo que la vida es simplemente el vivir porque este es el único modo de descubrir y aprender la vida. La vida no es una cosa, sino que un complicado proceso, y tampoco es una filosofía absoluta ni una teología difusa. La vida, mi vida; soy yo, y lo que yo hago y anhelo, es lo que soy para los demás, es lo que los demás son para mí, son mis metas alcanzadas, las fallidas, y aquellas que aún sueño con alcanzar. La educación que obtenemos en la vida; por alta que ésta sea, es meramente preparatoria ya que el examen final lo imparte la vida y no la Universidad. Un diploma Universitario, aunque muchas veces necesario, nunca ha sido prueba de excelencia de carácter.
Nada parece estar mejor adaptada en contra de la verdad, que esta perspectiva monística de nuestras religiones que nos dan una arbitraria representación estándar e inapropiada acerca de nuestra naturaleza, y que ciertamente no necesitamos para encontrar la solución de los extensos misterios que nos rodean.
No sólo oscurece y disimula públicamente el lugar verdadero del hombre en la naturaleza, pero además predica frecuentemente de una enmarañada ilusión sobre la importancia suprema del hombre; y la arrogancia privilegiada y absurda con la cual él se establece por sobre el universo ilimitable, y se auto-exalta a la posición de su elemento más valioso.
Lo más cómico de todo es que esta ridícula presunción ilimitada del hombre vanidoso y falso, lo ha engatusado neciamente en el proceso de la fabricación de su retrato como "la imagen de Dios". Si esto es cierto; este "dios" no posee mucha imaginación y el parecerse tanto a nosotros, no puede ser una adulación para él. En un desesperado atentado tratando de reivindicar su frágil y efímera personalidad, el hombre vanidoso manipula egoístamente el irreflexivo y ligero concepto de "Vida Eterna"; y se imagina ilusamente que él posee el bajo su potestad, un ilimitado "Poder de Voluntad".
La locura imperial ridícula de Calígula es un ejemplo de la forma característica de la presunción del hombre arrogante de creerse algo que merece "divinidad". Calígula ahora estará muerto; pero el Papa y su pandilla teológica siguen haciendo lo mismo. Organizan una complicada sátira, eligen a uno de su equipo, y con gran fanfarria, publicidad y humo blanco vociferan a los cuatro vientos con esa esgrimida "humildad" que dicen tener, y le anuncian como el "Representante de Dios". ¿Desde cuando Divinidad y Vanidad son sinónimas? A mí me parece más bien una estratagema de "Catch-As-Catch-Can Divino". El primero, Calígula; sigue estando muerto.
Solamente cuando hayamos abandonado esta ilusión insostenible y hayamos tomado una perspectiva cosmológica correcta, honesta, sin envidia, sin tapujos y con lógica; podremos esperar alcanzar las soluciones del Enigma de la Vida.
Mi vida la hacen los pedazos de las vidas de los demás, la construyen mis sueños y los desperdicios de los sueños de mis prójimos, el valor de mi vida viene de aquellas cosas que no tienen valor, porque a pesar de que esas cosas sean derogadas de algún valor, le prodigan un valioso contexto residente a mi vida, le dan una perspectiva nueva, le dan un valor comparativo y único; y ese valor lo tengo que construír yo mismo, yo solo, a punta de vivir, porque es mi vida y su valor será acrecentado eternamente solo cuando se contraponga con la muerte en su duelo final; en un fugaz y perecedero duelo sin contienda.
Quizá el propósito de la vida sea tener una vida llena de propósitos, quizá las respuestas de la vida sean sus preguntas, quizá la vida sea una improvisación perpetua, quizá la explicación de la vida seamos nosotros mismos, quizá el milagro no es caminar sobre el agua ni volar, sino que caminar la vida y sus duros pasos, quizá la cosecha de la vida debiera ser intangible, quizá después de todo no somos una pieza extra en el Universo, quizá es porque nunca podremos zambullirnos dos veces en el mismo río, o la vida es quizá porque hay reyes coronados con laureles y reyes coronados con espinas… quizá. Lo cierto es que para poder vivir plenamente, hay que tener una estrategia existencial.
Una estrategia existencial -según yo pienso (si, a veces yo pienso)- sería una mejor opción y también un camino más indicado que el de una filosofía de vida. Esto, porque creo que una estrategia existencial es un plan más apropiado para vivir en una forma más ordenada, fructífera, y con menos dolores de cabeza. Para poder lograr estos objetivos, parte de mi táctica primordial es el mantenerme lozano y sereno cuando otros se tornen furiosos y pierdan la calma.
Es importante para mí el mantener un control autoritario, casi en el borde de lo dictatorial sobre mis emociones, y no perder el control ni el dominio de ellas bajo ninguna circunstancia, por más impeledora y dura que ésta sea. No es materia de no manifestar mi molestia o descontento, sino que es una civilizada forma de hacerlo con consciente mesura, para así después no tener que lamentar y arrepentirte de una acción cometida en un momento de descontrol por falta de disciplina.
Nunca me olvido ni ignoro conscientemente de que una disputa tiene siempre y por lo menos tres puntos de vista: el de mi interlocutor, el mío, y el de un tercero, el cual dablemente será más objetivo porque no forma parte del problema. Creo que el acceder consciente y voluntariamente a ser más tolerante procurando razonar honestamente los argumentos de los demás teniendo en cuenta su perspectiva, acrecentaré ante éstos el valor de mi propio punto de vista, y elevaré mi veracidad sin crear enemigos; porque una relación es más importante que un argumento.
Siempre procuro buscar con un denuedo inusitado el lado positivo y agradable de las cosas y de las situaciones; por complicadas, injustas, o dolorosas que éstas puedan ser. Esto me engendra una disciplina lógica, útil y provechosa que siempre me ha ayudado a resolver y franquear con menos dificultades, arduos -y a veces aparentemente imposibles- momentos y situaciones, y con esto; trocar estas agobiantes contrariedades en positivas oportunidades. Un líder legítimo y efectivo es capaz de reconocer errores, hacer enmiendas, y aceptar responsabilidad.
Y así, solamente porque lo cierto en la vida apenas son instantes, yo sigo viviendo frenéticamente mi vida enmarañado en sueños verdaderos, porque la vida es un carnaval, porque la vida es una cosa muy rara, y porque la mayoría de las personas simplemente no viven, sino que solo existen.
Hago esto porque ninguna de las cuatro estaciones es eterna, porque ningún elemento domina a los otros permanentemente, porque hay días cortos y asoleados y hay días largos y sumidos en las sombras, porque hay situaciones fáciles y otras imposibles, porque hay que vivir y no sobrevivir, porque la vida es un torrente de sensaciones transparentes, porque hay momentos dulces como aquel beso que me diste y porque hay momentos amargos como la bilis con que saturaste mi herida, porque la vida no tiene paciencia para largas esperas, porque la luz y la obscuridad corren a la misma velocidad; pero más que nada y más que todo, porque la vida está ahí, esperando sumisa a que yo la tome y la abrace ceñidamente en un coito celestial y eterno; porque yo y solo yo, es la única e insólita posibilidad que mi vida tiene.
Pero para yo poder ser una viable y cierta posibilidad para mi vida, yo tengo que poseer Imaginación y Lealtad; porque un Hombre sin Imaginación es un mueble, y un hombre sin Lealtad es nada. Los grandes Hombres no son aquellos que saben más, sino que aquellos que obtienen resultados hirsutos y efectivos. Los grandes Hombres creen que la Iniciativa, son la Imaginación y la Originalidad en movimiento.
Entonces, ¿qué es la vida? me preguntas niña… A veces; sólo a veces, pienso que mi vida fuíste tú mujer milenaria, que me robaste el alma y me linchaste el espíritu, el cual aún se aferra espantosamente asustado a mi trémula vida firmemente asido a la ponzoñosa y traidora bayoneta de tu desdén con el que le abriste un costado, abierta herida por la cual se escapa mi existencia a borbotones en tumultuosos ríos pintados con los pálidos matices de un dulce y desesperado escarlata.
Y así como lo hizo Violeta del Carmen Parra Sandoval; aquella etnomusicóloga que parió con tanto dolor la Nueva Canción Chilena en un turbulento día de violentas, ciegas y rojas semanas. En el día de la noche que precederá mi muerte quisiera darle gracias a la vida por lo que ella me habrá regalado hasta ese efímero y concluyente momento.
Para aquellas simplísimas y moldeables mentes de escaso raciocinio y pobrísimas en intelecto, las que siempre leen más allá de lo que está escrito y que viven imaginándose inconsecuentes y absurdos argumentos donde no los existen; debo decir en forma patronizante (porque es a lo único que sus débiles clarividencias reaccionan y obedecen) que la alusión a esta Mujer Poeta no contiene ni intenta contener ningún mensaje político de ninguna especie ni color, ni pretende proveer forraje para las enfermas imaginaciones huecas de los clarividentes de la nada, y está infinitamente lejos de insinuar una corriente de pensamiento manchado, propio de esta calaña de juramentados de la ignorancia y la envidia, que no representan más que un severo lastre social e intelectual.
Si usted me conoce mejor, sabrá que odio la política y su enjambre de títeres demenciales y francmasones de la inmoralidad; más de lo que odio a la ignorancia y la incivilización de sus centinelas, porque yo soy culpable de ambas; y esto, con absolutamente todo el sentimiento y mortal poder de mi humana existencia.
Llegado el momento oportuno, le agradeceré a mi vida por varias cosas, por cosas buenas y por aquellas pocas cosas no tan buenas, por haber tenido tantos recuerdos y también agradeceré por aquellas ansiedades que me desvelaron tantas noches en los vacíos ecos de mi alma. Agradeceré por ejemplo por saberte cerca de mi corazón, agradeceré porque hubo momentos en que me sentí desfallecer, agradeceré porque en ocasiones envidié la prístina alegría de los niños, agradeceré porque a veces pensé que yo era necesario…
Agradeceré por los hermosos amaneceres que regalaron mis ojos tan humanos, y también por aquellos sombríos atardeceres que me entristecieron; agradeceré porque siempre hay un inquieto lucero perdido en el generoso rebozo de las titilantes estrellas; agradeceré por el inmenso e infinito amor imperecedero de mi joven y dulce madre porque el amor de una madre no es vicario, sino que es el más poderoso y resistente que existe, y agradeceré por estar tan cerca del ser humano, en especial de tí. Le agradeceré porque cada mañana en que despierto tengo la opción de elegir el estar de buen humor o de mal humor; y porque siempre elijo el buen humor.
Agradeceré porque una virgen mariposa un día agonizó de amor en los marchitos pétalos de una rosa triste, agradeceré por la alegría de mis triunfos, agradeceré por mis inmortales e indestructibles sueños sin talón. Agradeceré por mis amantes amigos que me hicieron una mejor persona, y por mis escasos y rábidos enemigos que pusieron una sincera perspectiva en los muchos días de mi díscola vida; porque nuestros enemigos a veces son tan necesarios en nuestras vidas como nuestros amigos lo son, pero sin olvidarme de quiénes son el verdadero tesoro; agradeceré porque nunca perdí la fé en el ser humano, y agradeceré por todas aquellas ocasiones en que dudé y tropecé tan estrepitosamente.
Agradeceré por aquellos que a veces se acordaron de mí; agradeceré por el fruto que tu regazo acunó un día para mí, agradeceré por tu eterna sonrisa, agradeceré por los ricos pobres que nunca serán unos pobres ricos, agradeceré porque un día pude abrazar a mi abuelo infinito, y porque pude hablarle a mi hermano con una sonrisa sincera y permanente, y también agradeceré por muchas cosas más, y agradeceré por mi agradecimiento, y por un poquito más.
Un día, como aquella flor de un pálido Violeta, quisiera poder darle gracias a la vida por lo que me dió hasta ese efímero pero letal momento en que exhalaré contra mi voluntad ese último y desesperado suspiro mío, suspiro que quemará raudo la última brizna legible de la energía de mi ser, y que se marchará para siempre desde mi pecho henchido de los sueños que se han quedado irremediablemente atrapados en mi espíritu solo porque no tuve el suficiente tiempo para dejarles escapar. …Pero, ¿qué sé yo acerca de la vida? ¿Qué sé yo?
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